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La paciencia del Abogado

Una de las virtudes que ha de tener el Abogado es saber esperar, no impacientarse y acostumbrarse a los retrasos, de lo contrario mal lo va a pasar, a no ser que determinadas costumbres y usos cambien, mientras determinados Jueces continúen con ese talante autoritario y de poca educación mal lo tenemos los Abogados, desgraciadamente estas situaciones se producen en algunos lugares.

Nos hallamos en un plano de inferioridad los Letrados con respecto al Poder Judicial, Fiscales, Jueces, Secretarios, Médicos Forenses, Funcionarios, Intérpretes, etc., que, a veces, clama al cielo. Desgraciadamente eso sucede y estamos a mucha distancia de ellos por una serie de circunstancias.

Dos acontecimientos ocurridos en dos partidos judiciales distintos, uno de la provincia de Sevilla, otro de la de Huelva, muy parecidos, diríamos que casi idénticos son exponentes de esta lamentable situación. En uno de los partidos judiciales de Huelva, eran las diez de la mañana, todos los Abogados, en concreto cinco, aguardábamos el acto judicial con suficiente tiempo, por lo menos con veinte minutos sobre la hora prevista, estábamos en las proximidades de la sala de vistas para dar comienzo la audiencia previa en un asunto civil de una responsabilidad decenal por defectos en la construcción de una urbanización. Hacía un frío terrible, era el mes de enero, sonaban las 9´30 horas, la Jueza no aparecía, los Abogados mirábamos nuestros relojes pensando que pronto empezaría el acto judicial. Las 10 horas y no se movía nadie, todo seguía igual, el mismo frío, las conversaciones habían cambiado, los funcionarios entraban y salían cargados de papeles y expedientes. Las 10´30 horas y la misma tónica. A las 11´00 horas cambia la situación, entraba por la puerta del Juzgado una señora de unos 35 años, después de aparcar su flamante AUDI, era Su Señoría, a la que acompañaba el Secretario, nos saluda a los Letrados que hacíamos pasillo, se mete en su despacho, vuelve a salir de ese sitio a los 15 minutos, ya nos plantamos en las 11´15 horas. Cuál fue nuestra sorpresa al ver atónitos que sale a la calle en dirección al bar de al lado, nos imaginamos que a tomar café, porque nadie nos dio explicación alguna. A las 11´45 por fin nos llaman para la audiencia previa. Nos ponemos las togas y del modo más frío dio la palabra al primer Abogado sin decirnos el por qué del retraso ¡fabuloso¡

El otro evento tuvo lugar en un pueblo de la provincia de Sevilla, era un juicio también de naturaleza civil, concretamente una acción reivindicatoria, con suficiente tiempo llegamos los dos Letrados de las partes, demandante y demandado, nos saludamos, comenzamos a hablar de lo propio en este tipo de momentos, del trabajo, de la lentitud de la Justicia, de las sorprendentes Sentencias que suelen dictar algunos Jueces, de la morosidad en el pago de los clientes, de los casos en que hay que dar por “fallido” el cobro de las minutas y de otras cuestiones nuestras, de los Abogados.

El Juez que iba a dirigir el litigio tenía fama, más que acreditada, de dedicar durante las vistas un cierto tiempo a dibujar en un papel objetos y figuras humanas, con el desprecio más absoluto a la Justicia y a la Abogacía, enteramente exteriorizaba una indiferencia por lo que estaba haciendo, veía al Letrado como a una persona que trataba de estafarlo, cuando nos hablaba miraba hacia el techo, porque parecía que se contaminaba si ponía su mirada en nosotros. Cuando denegaba alguna petición lo hacía con mucho gusto, le encantaba y alzaba la voz para que el daño fuera mayor, enteramente parecía que estaba muy contento con ese proceder.

Pues este miembro del Poder Judicial, Su Señoría Ilustrísima, llegó con una hora de retraso, entró en el edificio del Juzgado sin saludar, porque si lo hacía parecía que se rebajaba y perdía categoría. En su despacho permaneció veinte minutos, todos pensábamos que el acto judicial iba a comenzar con una hora y veinte minutos de retraso, ¡qué ingenuos fuimos¡ nos equivocamos de todas , todas, pues el buen señor, no satisfecho con el gran retraso que produjo, decidió irse a desayunar al bar próximo y regresar pasados treinta minutos, con lo cual la audiencia previa empezó con una hora y cincuenta minutos de retraso. Todos pensábamos que haría alguna alusión al retraso, nada de nada, el acto judicial tuvo su inicio sin explicación alguna por parte de Su Señoría de la tardanza, ¡para eso era el Juez¡

Estas situaciones deben terminar de una vez por todas, a veces nos encontramos humillados, ofendidos, olvidados, marginados, bajo sospecha, no se nos quiere reconocer nuestra difícil situación. Bastante tenemos con aguantar al cliente desconfiado y receloso de todo, de bajo nivel cultural; los insultos del perdedor en un condena en costas cuando es quien ha depositado la confianza en nosotros y no nos da la razón el Tribunal; la separada que nos llama casi a diario confundiendo nuestro trabajo con un consultorio sentimental y nos relata las disputas que ha tenido con su cónyuge ajenas al mundo jurídico. Tampoco hemos de olvidar lo que tenemos que soportar, cuando vamos al centro penitenciario a visitar a algún cliente, las miradas desafiantes de individuos con condenas que superan entre todas ellas más de dos décadas de años y el ambiente irrespirable por la actitud de las reclusas adictas a las drogas.

Pasamos muy malos ratos los profesionales de la abogacía, esto ha ido desgastando a muchos compañeros y han dejado la profesión.

Nos cuentan, fuentes bien informadas, la magnífica labor que realizan algunos compañeros en esos siniestros Juzgados donde han intentado poner las cosas en su sitio, y le han plantado cara al Juez, con respeto, pero a la vez con firmeza y contundencia en lo que debe ser. Todos estamos ávidos del buen funcionamiento de la Justicia.Hay que abrir el camino a la esperanza y cambiar aquello que es patológico, con la unión de todos se puede.

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