Una toga roja en el Juzgado
Entraba por la puerta principal de la Audiencia una mujer rubia, alta, elegante, de ojos claros, con zapatos de tacón, y túnica roja. De su mano colgaba un portafolios cuya cremallera apenas podía cumplir con su trabajo de mantener el secreto de lo que dentro llevaba: un montón de papeles escritos insertos en carpetas, todas ellas rojas.
– Buenos días, Señoría-exclamaba la única profesional del Derecho a quien admitían celebrar juicio con toga roja y no negra.
-¿ Cuánto tiempo lleva ejerciendo? Por más tiempo que pasa, sigue igual de joven que el primer día que le ví, y de esto hace ya muchos años.
-Llevo en la profesión tanto como Caperucita en los cuentos.
– Eso es mucho tiempo, es imposible, y no tiene ni una arruga.
-Caperucita tampoco, y se mantiene niña, a pesar de poder haber sido ya más que tataratataratataraabuela.
-Ahora he comprendido que eres la Caperucita que busca la justicia a toda costa, y por eso admites con honor perder los juicios en los que sabes cuando tu cliente es el responsable de los desagravios mundanos.
-Aún no he encontrado al lobo arrepentido, y mientras esto no suceda, no podré envejecer.
-Letrada, en ese caso, nos veremos por los Tribunales muchos muchos años más, y tal vez algún día puedas ver con claridad quién realmente tiene las orejas grandes, mientras, …¿ puedes enseñarme qué llevas hoy en tu … portafolios?