Stephen W. Hawking
Hawking, es un matemático británico, cuyos méritos científicos y personales no se pueden discutir. Aquejado de una esclerosis amiotrófica sus propios médicos apenas le daban dos años de vida, en la juventud. Ha llegado prácticamente a los ochenta años con premios internacionales, desempeñando cátedras en Oxford y Cambridge. Es admirable su esfuerzo personal, cuando apenas tiene cuerpo, y está reconocido como experto en gravitación con libros como Historia del Tiempo y capítulos sobre los “agujeros negros”.
Ahora bien, sus reflexiones sobre el inicio del universo, son algo muy personal, y podemos enmarcarlas en la línea del hombre moderno, que a medida que va conociendo más en el campo de la Ciencia, va reduciendo el papel de Dios, hasta llegar a este extremo. Dios -decía Hawking- no sabemos cuando creó el Universo.
Felizmente sabemos bastante del Universo. Por ejemplo, que el telescopio Hubble alcanza una distancia de cinco a ocho mil millones de años luz. Si a los mortales de a pie, nos cuesta trabajo entender los kilométros de un año luz, figúrense lo que serán esos miles de millones. Necesitamos telescopios aún más eficaces. Parece ser que en un nuevo libro, resumido por su editorial, el maestro Hawking opina que el mundo no lo hizo Dios. Si éste Universo prácticamente infinito (o al menos no se ha encontrado final), no lo hizo Dios ¿Quién fue el Creador? ¿Hay Otro más potente, el verdadero creador que ni siquiera sabemos como piensa o cómo se llama? Todos esos millones de órbitas de planetas, satélites, asteroides o pedruscros que circulan los cielos en aparente desorden, o al menos sin que conozcamos sus futuras trayectorias ¿son necesarios o son nuestra amenaza de extinción?
Ya hemos conocido las afirmaciones de los “sabios” de principios del siglo XX. “No hemos visto a Dios con el microscopio o con el telescopio”, y aunque los instrumentos actuales son mucho más poderosos, tampoco el científico se tropieza con Dios.
En cambio los hombres de fe que redactaron el Credo Cristiano afirmaron un Dios Creador del Cielo y de la Tierra. De la Tierra sólo conocían tres continentes; del Cielo la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y algunas Constelaciones, pero en feliz intuición añadieron: “de todo lo visible y lo invisible”. Lo invisible lo va conquistando la Ciencia, pero quedan enormes espacios. Y queda sobre todo, lo metafísico.
La existencia de Dios y de muchas realidades espirituales (la justicia, el amor) no puede aprehenderse con instrumentos. Y si la Ciencia no los detecta, debe confesar su limitación, pero no negar que esas realidades espirituales existen.
Stephen Hawking es también físico y escritor de categoría, pero no es un metafísico. Sabe, o debe saber que no todo se detecta materialmente. Dios es Amor. Quien realmente ame, sentirá su presencia, sus efectos, su existencia, su Amor que es su identidad. Si ese libro dice lo que nos anuncian las editoriales, tendrá que seguir investigando para informarnos Quién y Cómo se hizo el Universo. Dios ya lo aclaró hace siglos.