Seamos Serios
Si hoy, ya a mi edad, tuviera que presentar, para obtener un puesto de trabajo en esta sociedad decadente, el tradicional “curriculum”, escribiríalo en los siguientes términos: Nombre = Común. Apellidos = Familiares ( el de mi padre y de mi madre). Filiación = Legítima, según el antiguo derecho. Dirección = Obligatoria (según la D.G.T.). Teléfono = ¡Para qué! Cuando se precisa sin línea y sin cobertura. Vehículo = ¡Ja já já, se paga su impuesto para no poder circular. Marca del vehículo = registrada. Matrícula = subvencionada. Alérgico = A la partitocracia degradante y electoralista nacida de consultar pertinaz y reiteradamente a una masa ignorante y desorientada por engañosas, si no dolosas, prebendas.
Todo ello nos lleva a un concepto criso-hedónico de que el poder está en el dinero y no en la razón; circunstancias que nos han degradado en tal punto que el irracionalismo nos inmersa a la denigrante postura de supeditar el hombre a la Ley; obviando que La Ley debe ser hecha para el hombre y no el hombre para la Ley. Postura que desde Las Partidas ha sido piedra angular de toda la civilización hispana.
Ello, con el decaer de las vivencias clásicas, de manera pasivamente calladas, viene provocando una peligrosa abulia, parecida a la del asno de la fábula: “Cualquiera que fuere mi dueño nada me importa, mi suerte no puede empeorarse”. Pero, “a contrario sensu”, dicha pasividad ensoberbece lamentablemente al Déspota, tirano en los extremos individualizados y personales que se imponen en un partido, para, a su través, al pueblo en segunda instancia. Política de muy graves consecuencias, causa prístina del engendro de una seudo-democracia que, veladamente oculta una dictadura, en el caso, del falso, económicamente hablando, proletariado.
Pues bien, las anteriores disquisiciones ¡A que nos lleva! A un destierro de nuestra tradicional base cultural europea, nacida en Roma, confirmada por el Sacro Imperio Romano Germánico, consagrada por los Escolásticos, piedra angular de nuestra historia formal, cultural e intelectiva. En consecuencia ¡Quiérase o no, nuestras fuentes son El Cristianismo!
Por consiguiente ¿Cómo es posible una convivencia entre El Islam y El Cristianismo? Uno amor y otro guerra santa. ¿El trato a la mujer, es el mismo? ¿El respeto al no creyente, es el mismo?
En nuestra nación, pese al principio internacional jurídico de “La reciprocidad”, se está imponiendo por mandato de los imperantes gobernantes una, a mi juicio, temeraria “tolerancia y reconocimiento”, que, en las naciones islámicas sería impensable para los cristianos. Luego: ¿Por qué no se aplica en España dicho principio de la reciprocidad? ¡Aquí si y allí no! ¿Por qué?
En idéntico sentido, como acertadamente alguna naciones europeas han comprendido, en las exigencias de admitir atuendos foráneos totalmente distintos a los naturales del país, dando una lección, que, todavía no comprendemos, por qué en España no se ha llevado a cabo.
¿Qué intereses se ocultan?
Para, finalmente, como INRI de la cuestión, la incomprensible exigencia de la retirada de los crucifijos, en base a una errónea interpretación de la Ley de Libertad Religiosa; repito “que es de Libertad, no de prohibición” y, en el caso, menos de aquella a la que debemos la raíz humanística de nuestra formación, abonada durante siglos por mundiales celebridades en todos los ámbitos de las artes y el saber. Y ¡ Ahora se pretende enterrar!.
Es tan erróneo este criterio abolicionista de nuestros Enclavados en los Organismo Públicos, en esencia en los docentes,, que nos induce a deducir la clara paradoja de quien al retirarlo, piense, en aras a la cultura que imparte en una clase, lo sustituya por una reproducción de un Cristo de Velázquez, Zurbarán, o, incluso Dalí; o, bien en una reproducción del Crucificado de Mariano Benllure, el Cristo de las Mieles que preside el cementerio sevillano.
Seamos serios, parémonos a pensar con trascendencia en nuestra idiosincrasia, lejos de partidismos electoralistas y engañosos, defendamos lo nuestro con realidad histórica y con la valentía de afrontar la verdad. Siempre será el único camino de la honradez y bonomía.