Obituario Nº 179
En recuerdo a mi compañero y amigo Ramón Hernandez Alcalde
En recuerdo a mi compañero y amigo Ramón Hernandez Alcalde
Cuando el recuerdo permanece, la muerte no puede borrar el cariño que profesamos a las personas que nos han dejado una huella importante, mientras nos acompañaron en esta vida.
Por esa simple razón, hoy quiero dedicarte estas líneas, porque sigues estando muy presente entre nosotros.
Resulta muy difícil desde una perspectiva sólo humana, entender que alguien pueda morir en un momento en el que la vida, por lógica, también humana, anda lejos de acabar su singladura. Pero así son las cosas y así debemos aceptarlas, aunque nos resulte difícil.
En algunos momentos, pensé que a la vuelta a las tareas cotidianas del despacho que tantos años hemos compartido contigo, iba a sentir solo sensaciones tristes, frías, amargas y que tu ausencia iba a resultar insuperable. Hay mucho de estas sensaciones pero también debes saber que no ha sido tan duro como pensaba. Tu despacho sigue ahí, no estás tú pero sí hay mucho de ti. Son incontables las veces que hemos coincidido en él: consultas al gran abogado que has sido, confidencias, comentarios salpicados de aquella guasa fina y contundente, cosas de nuestra hermandad y tantas otras. Por eso aunque sé que no vamos a vernos más en esta vida, son vivencias que me ayudan a llenar el vacío que tu ausencia nos ha dejado a cuántos te hemos tenido cerca.
Eras un gran devoto de los titulares de nuestra hermandad del Gran Poder, acompañabas cada madrugada al Señor cerca de la Cruz de Guía. ¡Cuántas veces salimos de casa para cumplir nuestra Estación de Penitencia! Ahora, tus cenizas a los pies del Señor, testimonian para siempre esa devoción que en vida Le profesaste.
He dicho que eras un gran abogado y me ratifico en ello. Como prueba, ahí están tus clientes y el trabajo importante que venías realizando que te permitía sonreír a una profesión que querías y que gracias a tu esfuerzo te compensaba en todos los aspectos.
Añado además que eras una gran persona y ejemplar con tu familia, tu mujer Marta, tus hijos, Ramón, Iñigo, Willy y Gonzalo pueden estar más que orgullosos de ti, como lo estarán tus padres, con su único hijo, no solo porque no haya más hermanos, sino porque tus cualidades te hicieron irrepetible. Tus amigos, también participamos de ese orgullo.
Gracias por todo Ramón, hasta siempre.
Ignacio Montoto Castrillon