La fragata nuestra Señora de las Mercedes y el caso Odissey
Parece de ciencia ficción la polémica que ha venido a suscitar uno de los múltiples cargamentos que venían efectuando tres siglos atrás, desde tierras descubiertas por el Almirante y Conquistadores españoles, con las secuelas de la intervención de la armada inglesa, perseguidor nato de la flota española en el transporte marítimo en la ruta del regreso a la Península, con cargamentos de gran valor y muy codiciado por los anglosajones.
Pero antes de referirnos al caso enunciado, hemos de hacer referencia a un hecho de trascendental importancia para España, como fue el Tratado de Tordesillas, y cuyo documento original se exhibe actualmente en el Archivo General de Indias de Sevilla, y su ratificación en castellano custodiada en el Archivo Nacional da Torre do Tombo de Lisboa, inscritos en el Registro de la Memoria del Mundo de UNESCO, desde junio del 2007.
Firmadas por el Rey Juan II de Portugal (Setúbal 5 de septiembre de 1494) y los Reyes Católicos (Arévalo 2 de julio del mismo año), e intercambiables entre ambas Coronas, las dos ratificaciones confirman las Capitulaciones acordadas en Tordesillas por sus representantes el 7 de junio de 1494. En ellas el monarca portugués y los castellanos pactaron rutas de expansión de las dos potencias al este y oeste respectivamente de un meridiano a trazar conjuntamente sobre el Atlántico a 370 leguas al poniente de las Islas de Cabo Verde, para la evangelización, la navegación, la explotación y la colonización de las tierras que alcanzasen en sus respectivas jurisdicciones.
El Tratado de Tordesillas es el primero de la Historia de la América-Hispana, pues la raya de la demarcación afectaría posteriormente a los territorios orientales de dichos continentes, concretamente a Brasil. Sin embargo en la fecha de la firma del Tratado, 1494, sus suscriptores desconocían la trascendencia y repercusión de ese acto, que implicaba en realidad el reparto de un mundo todavía no alcanzado ni conocido por los europeos, ya que Colón, en su segundo viaje, no había descubierto todavía las costas continentales del Nuevo Mundo.
El Tratado puso temporalmente fin a una antigua rivalidad entre Portugal y Castilla, por lograr la hegemonía sobre la ruta comercial por el Atlántico, iniciada por los mismos en el siglo XV, costeando el continente africano hacia la Especiería. La rivalidad, zanjada por el Tratado de Acaçovas (1479), renace con la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas, y por ello Tordesillas restauró el equilibrio.
Todo este proceso, nunca fue bien visto por Inglaterra, quien parsimoniosamente vino presenciando el poderío de España y Portugal, y si es bien cierto que la flota inglesa disfrutó durante mucho tiempo de gran prestigio, es más cierto que los magnates de estos dos países, estuvieron en ese período en el mejor nivel de gobierno frente al desarrollado por los Reyes ingleses.
Todos estos antecedentes vinieron a generar un deseo implacable de Inglaterra de emular a los dos colosos ibéricos, de ahí las grandes contiendas que se dieron lugar en los siglos XVII y XVIII entre tales potencias, de poco grata memoria.
Y por si no fuera suficiente, baste recordar, las incursiones británicas y los conflictos armados en siglo XVIII, cuyas consecuencias condujeron a la completa transformación del mapa geopolítico de América del Norte, destacando la lucha independentista de los colonos norteamericanos contra Gran Bretaña, con la ayuda prestada por España.
Francia e Inglaterra, hicieron sus incursiones a América del Norte, emulando a España y Portugal, y de este modo, la configuración actual de aquel Continente y Sudamérica, se aprecia la influencia histórica de tales precursores.
Con este panorama, nos adentramos en la época de la colonización española, y concretamente en la Carrera de Indias, para situarnos en el puerto del Callo-Lima, Perú -desde donde se cargaban en los navíos españoles monedas de oro y plata y especias, con destino a la Península Ibérica, concretamente a Cádiz. Y nos remontamos a primeros del año 1802, donde la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, bajo el mando del Almirante Diego de Alvear, cargó la mercancía muy valiosa de distintos propietarios, estimada en unos 500 millones de dólares.
Resulta de interés comprobar los legajos que figuran en el Archivo General de Indias-Lima 1535 y 648 la descripción pormenorizada de los documentos de la Administración de la Real Aduana de Lima, en la que figuran la carga de la mercancía- oro y plata, entre otros -su valoración, impuestos satisfechos, propietarios y destino, y poder apreciar el trasiego que desde aquel puerto, y otros tanto de aquel Continente, para poder llegar a la conclusión del trasiego que vino a suponer la gesta del Descubrimiento.
Centrándonos en la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, -objeto de nuestro análisis- en su ruta a Cádiz fue asaltada por los piratas de la época, y hundida con todas sus pertenencias en punto geográfico desconocido, y así ha estado oculto en el lecho de las aguas submarinas, hasta que en el transcurso de estos últimos años del siglo en que vivimos, una Empresa Holandesa, ODISSEY MARINE EXPLOTATION – OME a través de sofisticados medios de recuperación de pecios y bienes subacuáticos, previos análisis pormenorizados de cartas marinas, y situación estratégica de fondeos y lanzamientos de recuperadores canalizados a muchas millas, lograron rescatar el valioso cargamento de esta famosa regata.
Este hecho ocultado durante largo tiempo, dio lugar a una debatida polémica, acerca de la titularidad de la valiosa carga, y que por el lugar de su localización, se declaró competente el Juzgado de Tampa-Florida cuyo Juez Titular, Mark Pizzo, tras un largo proceso ha declarado mediante sentencia, la titularidad de su carga, la del Gobierno Español, al ostentar la fragata hundida, la bandera española.
Perú alegó y reclamó en el procedimiento, la devolución de 594.000 monedas de oro y plata, que fueron acuñadas en Lima, si bien fue rechazada su petición, al alegar el Juez Pizzo, que Perú no existía como Estado soberano el año del hundimiento -1804- Y recordando, además, que en el Tratado de 1879, por el que España reconoció la independencia del Perú, se acordó la paz y “un olvido completo” de los problemas del “pasado”.
Asimismo, los 25 descendientes de los propietarios particulares de parte de la carga, también reclamaron en el Juzgado de Tampa, reiterando el Juez Pizzo, que toda la carga debe devolverse al Estado Español ya que éste, indemnizó a los propietarios y sus descendientes.
El fallo ha sido impugnado, tanto por la Empresa del ODYSSEY-OME-, como por el Gobierno de Perú a través de su Procuradora Katty Aquize. Los primeros por el derecho al hallazgo, y la segunda, aún reconociendo que la fragata es española, toda la carga no era de España y que las 17 tons de oro y plata, eran peruanas.
Hasta el 5 de julio del 2009, se podía ejercer la impugnación al fallo del Juez Pizzo, y hasta el 5 de agosto del 2009, tenía España de plazo para contestar las alegaciones de los impugnantes y que en su día comentaremos el resultado.
¿Cuántos pecios siguen ocultos bajo las pacíficas aguas submarinas, procedentes de expolio, ataques armados y malas condiciones atmosféricas?
Confiamos que el dios Eolo, no siga actuando con la furia de antaño, y que las flotas de cualquier país sigan respetando las leyes del Mar, y faciliten ambos la pacífica navegación de las naves que surcan los océanos.