La culpa la tengo yo
¡Se me acaba la paciencia!
Afirmaba el justiciable
Moriré, lo más probable,
Antes de ver la sentencia.
El Justiciable clamaba:
La culpa es de mi Letrado
Su interés fue a terminar
Cuando le hube de pagar
Desde entonces, se ha olvidado.
Y el Letrado respondía:
Su aserto no es de recibo
La culpa, mi buen señor,
La tiene el Procurador
Que deja el pleito dormido.
Y el Procurador replica:
Eso ha sido un golpe bajo.
Si el pleito está en un armario
Será porque el funcionario
Le tiene alergia al trabajo.
Y el Funcionario asevera:
Yerra aquí vuestra merced
No soy causante del daño
Su asunto lleva ya un año
En el despacho del Juez.
Y el Juez proclama:
Si es que estamos desbordados
Porque el Ministro indispuesto
No utiliza el Presupuesto
Para crear más juzgados.
Y el Ministro rebate:
Pedirle cuentas al rey
No es el camino, señor,
Reclame al Legislador
Que no hizo ágil su ley.,
Y el Legislador contraataca:
Su tarea, se supone,
Si fuera Ministro serio,
Es poner todos los medios
Para que mi ley funcione.
Y el Ministro esgrime:
Medios hay, a mi porfia,
Y no jueces de verdad
Que tengan capacidad
De llevarlo todo al día.
Y el Juez alega:
¿Y qué se puede esperar
De esta panda de inexpertos?
Con funcionarios despiertos
Algo podría avanzar.
Y el Funcionario contesta:
Amigos, no se confundan,
Los que arruinan mis labores
Son éstos procuradores
que con escritos me inundan.
Y el Procurador aserta:
Los pleitos siempre embrollados
¿La causa de esta maldad?:
No existe practicidad
En la mente de un letrado.
Y el Letrado puntualiza:
Comportamiento culposo
Al cliente hay que achacar
Por avenirse a firmar
Contratos de un moroso.
Y el Justiciable concluye:
Este cuento se acabó.
Tantos jueces y abogados
No han de estar equivocados
La culpa la tengo yo.