La crisis financiera y su incidencia en la economía real
La inusitada gravedad con la que actualmente se enfrenta el mundo, en general, y la economía, en particular, me plantea una serie de reflexiones, tanto en relación con su origen y consecuencias actuales y futuras, así como algunas propuestas para coadyuvar a la mejor aplicación de las medidas que se vienen anunciando.
Para el que os habla no ha representado una sorpresa de última hora cuando está aconteciendo, pues los medios empresariales en los que habitualmente me muevo en mi vida profesional ya saben que había venido vaticinando con anticipación la importancia de lo que se nos estaba viniendo encima y a este respecto me permito remitir a mis oyentes y lectores a la entrevista que se publicó en ABC en fecha 15 de Junio de 2008 respecto del dinero negro y su posible reinserción en el flujo de tesorería, ayudando a generar mayor fluidez de medios financieros.
Aquellos comentarios han sido objeto de especulaciones, análisis y opiniones contradictorias en orden a la oportunidad de adopción de lo que no cabe duda representa una “amnistía fiscal” pero que planteada en los términos que yo proponía en aquella entrevista, conllevaba posibles fórmulas de aplicación de los fondos que aparecieran a la luz, con un contenido fundamentalmente social en cuanto a su aplicación.
Por unas razones u otras Gobierno y Oposición no acaban de ponerse de acuerdo, so pretexto de no apoyar una “amnistía” en beneficio de infractores de las normas fiscales reguladoras de la economía; algunos incluso se han atrevido a cuantificar la importancia del dinero que se mantiene “sumergido”. Yo no me atrevo a tanto, pero sí tengo la convicción de que la cuantía es de mucha importancia y que ya el Ministro socialista Señor Solchaga recurrió a algo similar con indudable éxito, y una postura ética que no deja de ser encomiable pero que, en definitiva, priva al mercado financiero de una inyección importante de liquidez, no debe ser causa de freno en unas circunstancias tan graves como a las que a estas alturas tenemos, y que supera con mucho a lo que yo vaticinaba hace algunos meses.
Hago esta introducción de reflexiones y en el mismo sentido me pronunciaré en los demás temas que seguirán, desde la libertad intelectual que me confiere mi formación liberal, pues los que me conocen ya saben que me manifiesto como militante de un solo partido: el Sevilla FC. Pero de lo que nadie puede dudar es de la sensibilidad social que siempre he puesto de manifiesto en todas mis actuaciones profesionales, que ha sido reconocida públicamente a nivel sindical en más de una ocasión y con motivo de actuaciones en empresas en crisis a lo largo de casi sesenta años de vida intensa de relación con la economía real.
Voy a pasar a continuación a tratar de trasladar una versión que, en mi opinión, ha dado origen a la crisis financiera, centrada fundamentalmente en la falta de liquidez bancaria y de la desconfianza entre los distintos agentes financieros.
La banca tradicional de la posguerra (yo me formé profesionalmente en Banesto cuando era el número uno indiscutible del sector bancario español) venía operando con altos tipos de interés que hacían rentable de por sí el negocio puramente bancario, es decir, la intermediación financiera para facilitar la liquidez a empresarios y emprendedores, y luego fue haciéndose corriente lo que aparentaba una competición para ver cual de los grandes bancos ofrecía mayor rentabilidad a sus accionistas, pero sin que la solvencia de las entidades se pusiera en ningún momento en cuestión.
Posteriormente, incluso dentro de este estado de normalidad de funcionamiento, se produjeron actuaciones incorrectas y me voy a referir concretamente a la competencia desleal del grupo bancario que fue constituyendo Rumasa, ofreciendo extratipos pero a costa de diferir sus obligadas cotizaciones a la Seguridad Social y pago de tributos fiscales, cuyo aplazamiento garantizaba con avales de sus propios bancos en una ingeniería fiscal que finalmente acabo como acabó. Otra cosa es que el procedimiento utilizado para la expropiación de Rumasa no fuera el jurídicamente ortodoxo y de ahí que aún pendan de resolución bastantes asuntos en los tribunales de toda instancia y en el de Estrasburgo, con resultados finales que podrían representar, encima un quebranto para el ya castigado contribuyente español.
Años después, se produjo la debacle insospechada de Banesto producto de las actividades ya conocidas de Mario Conde, pero el procedimiento de corrección fue, en mi opinión, el ortodoxo: la intervención por el Banco de España.
Y hago estas referencias históricas para dejar constancia de que no hay nada nuevo bajo el sol pero una crisis financiera de carácter mundial del calado de la que actualmente padecemos requiere el tratamiento uniforme de todas las autoridades monetarias mundiales y esperemos que acierten en las fórmulas que se propongan para solventar la situación, pero que fueren cuales fueren las decisiones deberán ir y seguir en todo momento presididas por una transparencia total y un control exhaustivo de los fondos que se pongan a disposición de las entidades financieras.
Confío en que triunfará la sensatez y el interés por salvar la “economía real” que es la que viven cada día los pequeños y medianos empresarios y las familias en general, pero me causa cierta preocupación el oír referencias a un “neocapitalismo”, a una “refundación del sistema financiero” o cualquier otro tipo de intervencionismo, que margine “la economía de libre mercado” que es la que ha proporcionado décadas de bienestar al mundo occidental pero que este tiene que aprender a compartir solidariamente con los países subdesarrollados con medidas realmente efectivas y que tengan carácter finalista. Lo que sí debería ser motivo de estudio especial y profundo es el control o el “embargo” en términos económicos, de los llamados paraísos fiscales.
El Gobierno español dictó ya una serie de normas de carácter sectorial, y que para mí solo representaban un “parcheo”, si bien finalmente se ha abordado con profundidad el problema, sin perjuicio de lo que pueda aumentarse y mejorarse como consecuencia de los acuerdos que puedan alcanzarse a nivel mundial.
Solo añadiré a este respecto que me hubiera parecido mucho más correcto asegurar los ahorros hasta una cifra prudencial (pongamos un millón de euros por familia), y no el tope de cien mil euros por depósito en cada entidad bancaria, con lo que se ha propiciado el que dinero de bancos con poco o ningún problema hayan seguido el camino de diversificación en otras entidades a lo mejor afectadas por la toxicidad y que refuerza su liquidez con recursos procedentes de la competencia mas limpia de tóxicos.
Ahora bien, la crisis bancaria española, como las de otros países, tiene en mi opinión su origen en el que al irse extendiendo los efectos de la globalización y fundamentalmente en nuestra Europa más cercana, la incorporación a la “zona euro”, con una drástica reducción de los tipos de interés movió a la banca a intentar mantener la rentabilidad de sus accionistas con operaciones especulativas y de alto riesgo. No nos engañemos, no solo en Norteamérica existían activos tóxicos e hipotecas “suprime”, pues todos conocemos de más de un banco doméstico que ofrecía hipotecas para cubrir no solo el coste de la vivienda sino el amueblamiento de la cocina, la compra de mobiliario y hasta parte del coche, incluyéndolo todo en el paraguas de la garantía abiertamente insuficiente del bien hipotecado. Y por otra parte realizando la práctica mayoría de los bancos operaciones puramente especulativas totalmente ajenas a la operativa normal bancaria, y baste para ello analizar las cuentas de resultado de los bancos en los últimos años.
Puede que la situación no alcance, todavía, mayores cotas porque creo honestamente que podemos presumir de un eficaz servicio de inspección del Banco de España, altamente cualificado técnicamente pero insuficiente para llevar acabo un efectivo control de tantos bancos y cajas de ahorro, a las que por cierto son extensivas la práctica totalidad de las anteriores consideraciones y en ocasiones agravadas con una prodigalidad en la participación en “empresas asociadas” del sector inmobiliario.
La posibilidad de que el control de la transparencia se atribuya al Tribunal de Cuentas también me merece confianza, por concurrir circunstancias similares a las que atribuyo a la inspección del Banco de España. Otra cuestión es el tema de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, a la que en mi opinión se le han ido de las manos en ocasiones controles verdaderamente eficaces en lo que a la emisión de valores se refiere.
Y no digamos del desembarco en nuestro solar patrio de entidades financiera extranjeras: sirva como ejemplo ING a la que el gobierno holandés ha tenido que inyectar una importante ayuda financiera y que presume, incluso de ser ahora mas fuerte que antes, cuando con una contumaz y costosísima campaña de marketing ha logrado de ahorradores españoles importantes cifras, escatimadas a nuestro sistema bancario propio, con una competencia que me atrevo a llamar desleal de extratipos iniciales y utilizando para colmo la red bancaria doméstica prácticamente sin gastos de establecimiento. Y me gustaría conocer cuanto del ahorro aquí obtenido ha revertido dentro de España en operaciones de activos concedidas por ING.
En otro orden de cosas cualquier solución de resultados positivos futuros ha de encararse con la realidad actual latente e incontrovertible: nuestro país no es ya una zona que ofrece mano de obra a precios que hagan apetecible las instalaciones de grandes industrias mundiales en nuestro solar patrio. Y tendremos que centrarnos en mejorar lo que es nuestro patrimonio menos discutible, como es el turismo y el sector agropecuario que hoy por hoy parece que se mantiene al margen de la crisis, afortunadamente, y que se va preparando para continuar siendo rentable cuando desaparezcan totalmente las subvenciones. En lo que a Andalucía, y en concreto Sevilla, se refiere confiemos en que el proyecto aeronáutico acabe cuajando de verdad y garantice carga de trabajo para algunos años, pero siempre tendremos el mismo peligro al que antes quería referirme con la competencia que hoy ofrecen países en vías de desarrollo y la mayor presencia en los mercados de las economías del este de Europa.
Queriendo ahondar en mis reflexiones sobre la evolución del tejido industrial en nuestra zona, no puedo por menos que hacer referencia a la “espantada” que en el tiempo de la presidencia de la junta de Don José Rodríguez de la Borbolla ( el buen amigo bético Pepote) nos planteó de la noche a la mañana la alemana ZF, abandonando Industrias Subsidiarias de Aviación (I.S.A.), recayendo en mi persona la responsabilidad de la presidencia del consejo como interventor judicial de mayor edad, y lo que luchamos y peleamos Don José, y su consejero el también entrañable Sr. Romero, dedicados a intentar buscar soluciones a la numerosa plantilla que se quedó sin carga de trabajo.
Años más tarde, tuvimos otro caso, este por circunstancias derivadas de la difícil competencia del sector, con Hytasa, que en tiempo fue una industria señera y que dio ocupación a mucho personal y para la que se arbitró una solución intermedia , con D. Javier Arenas en el Ministerio de Trabajo, y la inestimable y entrañable colaboración de Dª Amalia Gómez, pudo llevar a efecto la comisión liquidadora que me tocó presidir.
Y ya remitiéndonos a tiempos recientísimos los abandonos incalificables de Boliden y Delfi.
O sea, repito, no hay nada nuevo bajo el sol y lo que hace falta es corazón, inteligencia y amor a lo nuestro para tratar por todos los medios de salir también de esta grave situación de ahora, sin añadir leña al fuego, propagando noticias alarmistas no confirmadas.
Y una respetuosa recomendación a los Poderes Públicos en todos sus estamentos, Ministerios, Autonomías, Diputaciones y Municipios, y todo tipo de Empresa Pública: Profundizar en la productividad, eficacia en los servicios, y sobre todo austeridad ejemplarizante.
Voy a dedicar un apartado especial al asunto puramente autonómico de la presunta Caja Unica. No es que me parezca mal que contemos con una caja verdaderamente solvente, sólida y tecnificada, pero siempre y cuando que rija el principio de profesionalidad en la gestión, pero me preocupa el que se alejen de la economía real de cada día los centros de decisión en la concesión de riesgos, por lo que una Caja, sino única principal e importante, subsistiendo con algunas otras de menor calado, debe establecer servicios de decisión efectiva, no digo provinciales sino comarcales, que le acerquen al día a día de la pequeña y mediana empresa que es la que realmente crea puestos de trabajo, aunque las cifras que alarmen sean los ERE o cierres de grandes empresas ( en mis tiempos de Banesto –de 1.947 a 1.967- contábamos con un Comité local de personalidades de la vida económica sevillana , que se convocaba mensualmente para la toma de decisiones importantes sin que su parecer fuera vinculante, pero que ayudaba a conocer la realidad de la calle y en cuyo órgano siempre estuvo presente algún miembro de la, por entonces, emprendedora familia Ybarra y también participaba la importante, entonces, Casa Peyré, representada por el padre de mi buen amigo y correligionario sevillista D. Augusto Lahore.
Con respecto a la fusión que al final cristalizó en Cajasol muchos profesionales de lo que fue El Monte y La Caja San Fernando, saben que les he referido en múltiples ocasiones aquella fábula de que “entre que si son galgos o podencos la presa se escapó”. Es una fusión que ha tardado mucho en materializarse. (el primer intento que culminó incluso en una escritura que no trascendió al registro, por una impugnación, fue en el año 1970 firmando D. Manuel Clavero por El Monte y D. Mariano Borrero por la Caja San Fernando y de la que fue testigo el director gerente de esta última mi buen amigo D. Juan Balbás de los Ríos).
Todo este tiempo perdido lo han aprovechado, y bien aprovechado, fundamentalmente la Caixa y Caja Madrid para introducirse en el tejido financiero de Andalucía, invadiendo zonas y clientela que nunca debieron dejar escapar nuestras entidades foráneas.
Otro aspecto importante a considerar en la situación actual es la oportunidad que vino a representar la promulgación de la nueva Ley Concursal, fruto de larguísimos debates y respecto de la cual tanto debemos a mi muy querido amigo el Profesor D. Manuel Olivencia.
La filosofía fundamental de esta Ley es intentar por todos los medios admisibles en Derecho la continuidad de aquellas empresas que ofrezcan ciertas posibilidades de viabilidad, evitando liquidaciones precipitadas con perjuicios generalizados para la economía que insisto en denominar “economía real”.
La crisis ha saturado la capacidad de trabajo de los juzgados de lo mercantil y concretamente en el único con el que hasta cuenta Sevilla, a pesar de que afortunadamente aquí contamos con una Magistrada muy capaz, competente y sumamente trabajadora, pero que no puede obrar milagros cuando los papeles desbordan la oficina judicial, y ello a pesar de contar con un excelente equipo de colaboradores.
Respecto a este tema es muy loable y digno de encomio la decisión adoptada por la Camara De Comercio de Sevilla, bajo la presidencia de D. Francisco Herrero, que impulsa estas jornadas de trabajo sobre la crisis, ofreciendo medios humanos, equipos y locales para digitalizar la documentación del Juzgado de lo Mercantil en un encomiable afán de colaborar de forma efectiva.
Un tema que he dejado para último lugar es el de las Compañías de Seguros. Como es sabido en los EE.UU. se ha ayudado financieramente no solo a la banca sino a las compañías de seguros y ello es debido a que el mundo anglosajón y el estadounidense en particular es acertadamente partidario del aseguramiento de todo tipo de riesgos, y lógicamente las compañías americanas han sufrido las consecuencias de aseguramiento de riesgos bancarios.
Sería muy de desear que en España se estudiara ampliar lo que hasta ahora viene siendo el aseguramiento del cobro de créditos de suministros a clientes, con la cobertura de los riesgos del cobro de la obra ejecutada por contratas y subcontratas, aunque ello presuponga la inclusión del costo de la prima en los presupuestos de obra, pero evitando, como ahora ocurre, que las promotoras puedan mantener durante un tiempo a salvo su patrimonio acogiéndose al Concurso de Acreedores y los puramente contratistas de obras sufran las consecuencias del impago de las certificaciones pendientes o la imposibilidad de descontar los efectos que recojan el compromiso de pago de las mismas y además asumir la ardua cuestión de los despidos o de las reducciones de plantilla, y al final muchos de ellos, por el efecto “dominó” tener que instar su propio Concurso de Acreedores.
Y una reflexión de ultimísima hora: con la que está cayendo como puede alguna que otra entidad financiera predicar la boutade de anunciar anticipadamente suculentos beneficios al cierre del año en curso. Como ya he dicho, habrá que examinar con lupa las Cuentas de Resultados, para conocer de qué y de quienes proceden los rendimientos anunciados, pues lo lógico es que resulte obligado establecer abundantes provisiones para “riesgos irregulares” y no aplicar ingenierías contables que no permitan un examen claro.
Y ya está bien de reflexiones, por el momento.
Estoy seguro de que surgirán controvertidas opiniones, muchas de ellas fundamentadas académicamente, pero yo estoy relatando mis impresiones del contacto personal y directo con la economía real, que no se aprende en la universidad, aparte de que yo sustento que la economía tiene poco de Ciencia y mucho de intuición y solo es matemáticas todo aquello que se relaciona con las normas contables. Añadiré una nota significativa más, en las liquidaciones del impuesto de sociedades del ejercicio 2007, muchas empresas con pérdidas han renunciado a gastos fiscalmente deducibles y me atrevo a que en ocasiones han sobrevalorado las existencias para dar resultados positivos, sacrificando recursos en el pago de impuesto improcedente, ante el justificadísimo temor de que un balance con pérdidas presentado a la banca les cerraría –como así ha ocurrido efectivamente en muchas ocasiones- las posibilidades de seguir operando con normalidad, y ello ya de por sí es triste y lamentable.
Otro tema que es objeto de debate en estos días es la revalorización del dólar respecto del euro, existiendo opiniones para todos los gustos pero yo desde mi modesta visión lo atribuyo a que el contribuyente norteamericano confía ciegamente en que las medidas que adopta su gobierno se van a cumplir a rajatabla, mientras que en el resto del mundo occidental no se concede tan fácilmente este mismo tipo de confianza a las actuaciones gubernamentales.
Ahora me van a permitir una pequeña evasión de vanidad corporativa con mi ya conocido único partido político: El Sevilla FC, al que tantas horas, imaginación y esfuerzo he dedicado durante toda mi vida. Hoy por hoy, y bajo la batuta de mi querido amigo José María Del Nido se ha convertido en lo que podíamos calificar de empresa mediana-grande de carácter ejemplar, por el sistema de gestión implantado, que ha merecido el objeto de estudio en un curso de la acreditadísima escuela de negocios Instituto San Telmo y que, además de haber creado numerosos puestos de trabajo, realiza una encomiable labor educativa en el ámbito de los sectores infantiles y juveniles y que participa también denodadamente en obras de solidaridad social.
Por último quiero desde esta tribuna, auspiciada por la Camara De Comercio de Sevilla aplaudir su decisión de difundir opiniones y procedimientos en relación con la crisis que padecemos, y que hace con el patrocinio de Cajasur y, al propio tiempo, reconocer la labor que las organizaciones empresariales están realizando, desde la CEA encabezada por mi buen amigo D. Santiago Herrero -que como hubo de confesar en algún momento ha tenido que admitir en ocasiones“Pulpo como animal de compañía”- las también siempre atinadas, valientes y concretas manifestaciones que viene realizando mi entrañable correligionario sevillista D. Antonio Galadí, Presidente de la C.E.S., y sus respectivos equipos, encabezados por la profesionalidad y denodada entrega de sus respectivos Secretarios Generales. Así mismo, confío en que los Sindicatos sigan manteniendo una política razonable acorde con las circunstancias.
Y ya solo me resta impetrar la protección de ese Dios Misericordioso en el que creo con la Fé del carbonero, para que nos ayude a salir adelante, que buena falta nos hace.