Juan Antonio Domínguez Duque, descansa en paz
Hace ahora treinta años, con unos cuantos kilos menos y unos cuantos pelos más, recién terminada la carrera, recibí una llamada.
-Pedro, ¿has terminado la carrera, estás trabajando?
-Sí, pero estoy enviando cartas a los abogados que encuentro en las páginas amarillas y de momento nada. ¿Por qué?
-Mi primo Juan necesita un pasante y me he acordado de ti.
Me compré una chaqueta, una camisa y una corbata y fui al día siguiente, muerto de emoción y miedo, a hablar con él.
Un hombre guapo, educado y elegante como no he conocido a ninguno me recibió y, percatándose de mi pueril estado de nervios, no me atendió frente a su mesa, sino que bajamos, distendidamente, a tomar café. Me hizo dos o tres preguntas, le conté que mi madre acababa de enviudar con seis hijos, siendo yo el mayor y, sin más, me dijo “hoy no empiezas, vete a casa, cuéntaselo a tu madre y hermanos, disfrútalo y vente mañana a las cinco de la tarde”.
Durante el tiempo que estuvimos trabajando juntos aprendí a ser correcto y exigente en los Juzgados, a pedir actuaciones, a analizarlas, a atender clientes, a buscar jurisprudencia, a ser duro interrogando en las vistas, a ir siempre impoluto. Y juntos pasamos de la Olivetti eléctrica al Ordenador con lenguaje MS2.
Pasados algunos años separamos nuestros caminos profesionales; separación que fue dolorosa para los dos no por mal avenencia, sino por todo lo contrario. Hemos seguido echándonos de menos. Añoranza que se veía gratificada con la confianza que él, siendo un grandísimo abogado, puso en más de una ocasión en mí durante estos años encargándome asuntos. ¿Hay algo más gratificante que el hecho de que tu maestro confíe en tu criterio profesional? Ni el más agradecido de mis clientes me ha hecho sentir tan orgulloso. Nunca pude agradecérselo lo suficiente.
Lo que un gravísimo accidente de tráfico de hace poco más de un año no pudo, lo ha conseguido una maldita enfermedad y se nos ha ido el pasado día 6 de noviembre.
Descansa en paz amigo, padre y maestro Juan Antonio Domínguez Duque. Sé que estarás animando el Cielo con tu guitarra.
Pedro Arnaiz García.