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Ética – Moral. Su imprecisión terminológica

Prescindiendo de las nociones de ética que van desde las elaboradas por Aristóteles (Ética a Nicómaco) hasta la de Aranguren (Ética) y transitando levemente sobre la dialéctica hegeliana -que no podríamos abarcar, ya que constituyen materia extensísima y gran parte de ella excede nuestro dominio cultural-, vamos a intentar deshacer la equivocidad de las expresiones corrientemente empleadas en un ámbito sociológico de nivel medio o medio alto.

La equivocidad entre los vocablos ética y moral se suele presentar en tres vertientes: el de la comprensión (un vocablo contiene al otro), el de la confusión (no se sabe bien cuándo ha de emplearse uno u otro) y el de la fusión o identificación (tanto da emplear uno como otro).

Pero los ciudadanos de cultura media o media alta no somos responsables de este desaguisado semántico, sino que han sido los propios doctrinarios de la materia los que nos han ido dejando históricamente perplejos con sus dudas y sus contradicciones. Y nosotros, dóciles epígonos de los genios que preelaboraron las teorías, nos hemos adherido irreflexiblemente, sin haber sometido los criterios heredados a unos mínimos niveles de purificación axiológica.

Estimamos metodológicamente necesario hacer unas previas consideraciones sobre el sentido y significación de los vocablos ética y moral, con objeto de que, al ser utilizados como instrumentos de expresión, queden concretado su alcance y fijados sus límites; no porque intentemos conseguir con ello el establecimiento de una afirmación categórica, sino porque nuestro juicio hipotético tenga la validez relativa necesaria para reflejar lo que se quiere decir en cada uno de los supuestos. Así , pues, a los dos vocablos sometidos a análisis no deberemos atribuirles un valor dogmático, sino puramente funcional, para ponerlo al servicio del discurso desarrollado.

Dejaremos sentado en principio que ambos vocablos tienen idéntica raíz etimológica: ética, del griego ethos, que significa costumbre, y moral, del latín more, que también significa costumbre, si bien en su transformación idiomática ya no se refieren a la costumbre propiamente dicha, sino a la dimensión metafísica de la costumbre y su regulación.

Son, por tanto, a estos efectos, términos equivalentes que podrían lógicamente ser utilizados con valor indistinto.

Pero la complejidad científica, a través del tiempo, ha ido elaborando concepciones que han hecho que los vocablos adquieran distinta significación, labor que ha sido llevada a cabo históricamente dentro de mis manifiestas divergencias doctrinales.

Una de las más antiguas clasificaciones, que perduró hasta entrado el siglo XX, fue la de carácter escolástico, para la que la ciencia filosófica quedó dividida en tres ramas, Lógica, Ética y Psicología, constituyendo la Ética la parte de la Filosofía que se ocupa de la Moral. En este sentido, se entiende la Ética como comprensiva de la Moral: Ética es la parte de la Filosofía que trata de la Moral y las obligaciones del hombre, en tanto que la Moral es la ciencia que trata del bien en general y de las acciones humanas.

Para otros autores, por el contrario, es la Moral comprensiva de la Ética: el término moral tiene usualmente una significación más amplia que el vocablo ética; lo moral se opone a lo físico y de ahí que las ciencias morales comprendan, en oposición a las ciencias naturales, todo lo que no es puramente físico en el hombre, es decir, todo lo que corresponde a las producciones del espíritu subjetivo y aun el espíritu subjetivo mismo. En ocasiones, se opone también lo moral a lo intelectual para significar aquello que corresponde al sentimiento y no al intelecto.

Otra subdivisión entiende por Filosofía moral la ciencia que trata de la bondad o malicia de las acciones humanas, de la voluntad libre de acción y del deber en general.

La Moral religiosa, por su parte, establece la siguiente diferencia: la Ética, como rama de la Filosofía, se ocupa de la moral natural, en tanto que la Moral trasciende los límites naturales. La Ética dirige los actos humanos a un fin natural y la Moral o Teología moral a un fin sobrenatural.

Hegel distingue entre moral subjetiva y objetiva. La primera consiste en el cumplimiento del deber por el acto de voluntad; la segunda es la obediencia a la ley moral en tanto que fijada por las normas, leyes y costumbres de la sociedad. Considera que la mera buena voluntad subjetiva es insuficiente. Es necesario que esta buena voluntad subjetiva no se pierda en sí misma o, si se quiere, no tenga simplemente la conciencia de que aspira al bien. Lo subjetivo aquí es meramente abstracto. Para que llegue a ser concreto precisa integrarse en lo objetivo, que se manifiesta moralmente como moralidad objetiva.

Para otros autores, la Ética se distingue de la Moral por una exigencia de sistematización y de búsqueda de fundamentos. En el uso actual se entiende por ética una concepción coherente y personal de la vida (ética gidiana, ética sartriana, etc.), mientras que la moral designa más bien las exigencias de que es portadora una sociedad o una cultura, y que interiorizan más o menos los individuos que forman parte de ella.

Y, para mayor cargo intelectiva, Aranguren complica el discernimiento estableciendo la diferencia entre actos humanos y actos de los hombres.

Así, pues, visto el anterior esquema del complejo panorama conceptual y la diversidad de afirmaciones doctrinales al respecto, algunas de ellas complementarias y en ocasiones contradictorias, nos resulta muy dificil seleccionar cuál sea la noción más acertada para adherirnos a ella, y nos pronunciamos, quedamente, sin asomo de dogmatismo alguno, aventurando un código convencional particular, abreviado y simplificador hasta la síntesis, que opta por valores unívocos de carácter instrumental.

En conclusión: al margen de las anteriores especulaciones filosóficas, creo que de manera general se entiende como ética la inclinación al bien de los comportamientos plurales o colectivos de transcendencia sociológica, ya sean políticos, societarios, mercantiles, culturales, gubernativos, financieros, inmobiliarios, bancarios, profesionales o grupales en sentido lato (lo que viene a conectar con el concepto de deontología), y como moral, la inclinación al bien de los comportamientos humanos individuales de fuero interno, respondan o no a convicciones religiosas.

Todo ello, sin perjuicio de que se siga considerando que la Moral es una parte del todo que es la Ética, de lo que estoy plenamente persuadido.

Lo que ocurre es que con esta clasificación sincopada se corre el riesgo (a veces transformado en siniestro) de que una actitud ética pública simulada (histriónica), esté disimulando en el fondo una moral personal de perversidad intrínseca…, como ha ocurrido a veces en el campo de la política, de la investigación científica o de la economía, por poner algún ejemplo.

ADENDA. Si La Toga nos brindara la ocasión en otro número, expresaríamos nuestras convicciones respecto a la coincidencia y la divergencia entre la Ética, la Moral y el Derecho, que, como sabemos todos los profesionales, en unos casos son disciplinas tangentes, en otros, secantes, en otros, independientes, y en otros, se desarrollan de espaldas, tal como se sitúan los duelistas, con gesto feroz, en los momentos previos a un cruento desafío.

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