En memoria de José de La Lama Lamamié de Clariac
Apenas conocía a José María (Pepe) de la Lama Lamamié de Clariac. Sólo dos veces hablé con él. Eso sí, de esas dos una de ellas me sobra para recordarlo.
Quienes lo hayan tratado más profundamente, sin duda, sabrán mucho más de él. No es mi caso aunque me hubiese gustado. Por contra, sí fue lo suficiente como para poder constatar sus enormes virtudes como médico que era de la Unidad de Valoración del Daño Corporal y Peritaciones Médicas del Real Colegio de Médicos de la Provincia de Sevilla y como abogado ejerciente que fue y seguía siendo incluso en su praxis diaria de médico.
A Pepe de la Lama lo conocí con motivo de esos juicios que nos llegan a los abogados “casi dos minutos” antes de su inicio. Vistas las actuaciones y ante la necesidad de aportar en el juicio (de faltas) pruebas en defensa de los intereses de mis defendidos, con urgencia recabe su ayuda. Cualquiera hubiese rehusado, con justificación y por razones obvias, dármela. Él, sin embargo, no escatimó esfuerzos.
El mismo día de mi desesperada llamada me citó, sobre las 12:30 horas, en el Colegio de Médicos. Allí fui con la documentación que me había solicitado y allí se me presentó “descompuesto” (era verano) y “hambriento”. «Acompáñame a desayunar y me comentas tu tema» me dijo a modo de presentación.
Una caña, de esas que les encantan a los niños, y un café que actuaba más como salsa que como bebida fue lo que se pidió. En un mundo lleno de prejuicios, me sorprendió su soltura a la hora de compaginar la degustación de esa caña de dimensiones casi infinitas con las preguntas que, entre bocado y bocado, me hacía sobre mi tema. En cualquier caso, me sorprendió mucho menos que sus lucidas observaciones jurídicas realizadas todas ellas con enorme entusiasmo a la que fue y creo seguía siendo una de sus pasiones: La Abogacía.
Coincidiendo casi con su último bocado, ahora con la celeridad propia y exigible de un médico de urgencias, dándose por instruido y documentado me citó para la mañana siguiente, en su oficina, al objeto de hacerme entrega del que a la postre resultó ser un estupendo informe.
Quienes haya tenido la oportunidad de leer alguno de sus informes médico periciales avalarán mis palabras. Y ello, porque Pepe de la Lama no sólo sabía de medicina sino que además manejaba sus palabras con esa claridad que es sólo patrimonio exclusivo de los buenos abogados. Doy fe.
Descansa en Paz.
Patricia Martínez-Conradi Álamo. Abogada