Discurso de toma de posesión de Cisneros
Excmas. e Ilmas. Autoridades, compañeros y compañeras, amigos todos.
Atrás quedó aquella trascendental e importante, pero difícil decisión en mi vida profesional, de encabezar una candidatura a Junta de Gobierno de nuestro Colegio.
Lo que me impulsó para tomar esa decisión no fue la ambición personal, sino la petición de numerosísimos compañeros que me consideraron idóneo para optar a ocupar un cargo de tan altísima responsabilidad.
Atrás quedaron las múltiples llamadas y conversaciones personales y telefónicas, encaminadas a conformar y elegir los que iban a ser miembros de esta candidatura.
También quedaron atrás, las interminables reuniones para diseñar nuestro proyecto de futuro, que fructificó en un programa con objetivos reales, alcanzables, pero nuevos e ilusionantes.
Quedaron atrás los debates televisivos, las entrevistas para los periódicos, los mensajes electorales, las redes sociales, todo ello inmerso en una campaña electoral con una repercusión mediática sin precedentes, lo que no hizo sino demostrar la importancia que tiene este colectivo en la sociedad en general, y en la sevillana en particular, campaña en la que, por cierto, imperó siempre y en buena lid, la cortesía con el adversario y el mutuo respeto a las ideas del contrario. Gracias Paco, y gracias Silvia, haciendo extensivo este agradecimiento a toda vuestra candidatura.
Y por último también quedó atrás, aquella jornada electoral del 22 de noviembre, con el eterno recuento de votos, hasta pasadas altas horas de la madrugada.
Desde aquel día, ya han pasado cuatro meses y seis días.
Pero desde la siguiente jornada a la fecha de las elecciones no hemos parado de trabajar, y sin interferir en las labores de la Junta de Gobierno saliente, se han ido abordando los objetivos que teníamos previsto, mediante su ejecución a través de las diversas Comisiones formadas al efecto, con sus diputados responsables al frente, como la de Arbitraje y Mediación, la reforma del estatuto, la formación continuada, el turno de oficio, los honorarios, la deontología y responsabilidad civil profesional, las nuevas tecnologías, etc, obteniendo a día de hoy avances significativos. A lo largo de estos meses los hoy ya Diputados me han demostrado que somos 18, y que, sin duda, somos un equipo responsable y capaz de afrontar los retos que nos hemos propuesto.
Comenzamos una nueva etapa en la historia de nuestro Colegio.
Quien ha gobernado esta nave corporativa durante 24 años deja el cargo, pero sé que lo tendré a mi lado para cuanto le pida. Su experiencia en la gestión colegial es un tesoro que no se puede desaprovechar. Lo sé, porque he estado con el a lo largo de todos esos años, procurando alimentarme con sus lecciones y consejos, intentando que su buen hacer impregne mis futuras decisiones.
Decían que a Manuel Fraga le cabía el Estado en la cabeza.
De José Joaquín no podré decir eso, pero si que en su cabeza le cabe el Colegio entero, pero con sus 8.000 colegiados dentro y toda la plantilla también, todo el personal, con sus nombres, sus apellidos, sus problemas y sus circunstancias personales y profesionales.
Ha sido una larga trayectoria junto a el como Diputado, y en los últimos años como vicedecano.
Quizá por eso, en plena campaña electoral, algunos periodistas me preguntaban si yo era el “candidato oficialista”, o más bien el “continuista”, incluso el “delfín” me llegaron a denominar, y yo a todos respondía lo mismo: si serlo significa que la principal labor de un decano y de su Junta de Gobierno es la plena dedicación al Colegio, y la constante atención y servicio al compañero, sí, soy continuista.
Gracias José Joaquín por todo lo que me has dado y enseñado.
No lo olvidaré nunca.
Pero hasta ahora hemos hablado de cargos, de objetivos programáticos, de campañas electorales, de elecciones, de nuestro decano…
Pero todo eso es pasajero, aunque siempre nos quede un grato recuerdo.
No debemos olvidar que lo único que deberá perdurar es esta institución, esta casa, esta ilustre corporación, nuestro Colegio.
Tal es la importancia de nuestro Colegio, y por extensión la de todos los Colegios Profesionales, que en nuestro país son instituciones reconocidas en el artículo 36 de la Constitución Española con la particularidad de ser corporaciones de derecho público que ejercen funciones de naturaleza jurídico-privada, aunque tengan delegadas algunas funciones públicas como, por ejemplo, la disciplina profesional.
Históricamente se constituyeron para defender fundamentalmente los intereses privados de sus miembros, sin olvidar la atención a esas finalidades de interés público y de justicia social.
La ordenación del ejercicio de las profesión y la representación de la misma ante los Tribunales, Instituciones o ante cualquier otro Organismo Público, constituyen las funciones públicas que los Colegios Profesionales desempeñan en virtud de la delegación que realiza la Ley de Colegios Profesionales en dichas corporaciones, que lo que asumen, lo que en definitiva es garantizar y proteger los derechos de los ciudadanos frente al ejercicio de la profesión por el titulado colegiado.
Tal es la importancia de nuestra Corporación, que estamos seguros, que si no existieran los Colegios Profesionales, simplemente, habría que inventarlos.
¿Pero que es un Colegio sin los profesionales que lo integran?
Pues nada. Un cuerpo vacío y sin contenidos. El factor humano, aquí, es determinante.
Por ello, es necesario dar un decidido impulso efectivo a la participación de los colegiados en la definición del papel de los colegios y en sus actividades.
Es triste reconocerlo y asumirlo, pero hoy en día la participación del colegiado es mínima, y sirva como botón de muestra la más que reducida asistencia a las Juntas Generales, aunque históricamente haya sido siempre así. Necesitamos que los colegiados sean miembros activos y participativos, necesitamos en definitiva su implicación.
Hay que hacer todo lo posible para que los compañeros no vean en el Colegio un simple recaudador de cuotas sin recibir nada a cambio, por ello hay que hacer todo el esfuerzo para la defensa de su ejercicio profesional, pero también para que no les falte la formación continuada, las oportunidades de trabajo, facilitarle los últimos avances en tecnología de vanguardia, de manera que cuando lleguen los nuevos retos de la Abogacía, que llegarán tarde o temprano, no los coja de sorpresa sino que estén en suficientemente preparados.
La Abogacía necesita que los Colegios y los colegiados vayan de la mano, y quizás lo primero será que los Colegios tengan la máxima trasparencia posible, de manera que todos los colegiados conozcan el funcionamiento diario de la Corporación, los múltiples y variados servicios que prestan y abran a los colegiados la posibilidad de colaborar en su funcionamiento, aportando cada colegiado las iniciativas y propuestas que entiendan pueden mejorar el funcionamiento del Colegio o pueden ayudar al reconocimiento de la Abogacía. Para ello es necesaria una colaboración leal y permanente por los abogados con su Colegio, sin escatimar esfuerzos que faciliten una mejora permanente en el funcionamiento y eficacia de la Corporación.
La realización de encuestas con cierta periodicidad, las consultas a los colegiados de todas aquellas cuestiones que se consideren de interés para mejorar el colegio, la evaluación y valoración de los servicios colegiales, son algunas de las medidas que se podrían adoptar para mejorar la situación actual.
La tecnología actual ofrece herramientas agilísimas que facilitan esta labor con un reducido coste y molestia a los usuarios mejorando la comunicación con los compañeros como herramienta de acercamiento al Colegio.
Quizá uno de los objetivos en el que más insistimos en nuestro programa fue la de reforzar la actuación en defensa del cumplimiento deontológico.
Partimos de una base, cual es que, la deontología, como conjunto de deberes, se configura como una medida de control preventivo y didáctico del ejercicio profesional. Además, es una función legal atribuida a los colegios profesionales a fin de vigilar que la actividad profesional desempeñada sea la correcta, velar por que se mantengan unos elevados estándares de calidad en la prestación de los servicios de los que son beneficiarios los consumidores, clientes, y usuarios y por supuesto, para controlar el intrusismo.
Tenemos que defender a toda costa que la llamada función deontológica siga recayendo en los colegios profesionales, manteniendo nuestra total independencia, evitando a toda costa que se pueda ver afectada o intervenida por autoridades políticas.
Para ello sería aconsejable:
Estar pendientes y vigilantes de la nueva regulación sobre Colegios y Servicios Profesionales, para volver a insistir en la postura mantenida hasta ahora, que es la de conservar por los colegios esa facultad.
Hacer frente a la Comisión Nacional de la Competencia, que atosiga a nuestra profesión continuamente, y de esa forma evitar lo que es el final pretendido por esa Comisión, que no es otro que romper las bases y estructuras de los colegios profesionales para ver como desaparecen y se convierte ella misma en la reguladora de toda la actividad profesional.
Modernizar la Deontología de la Abogacía, adaptándola a los nuevos tiempos, llevando a cabo una nueva redacción de sus preceptos, aclarando muchos de los conceptos o normas en blanco a los que se hace referencia actualmente como es la “dignidad de la abogacía”.
Extremar las medidas de protección al cliente por los Colegios, como consumidor de los servicios de asesoramiento y defensa letrada, evitando el corporativismo y operando como defensores efectivos contra las malas prácticas y abusos profesionales, auditando el control que se realice y publicitando esta labor, como medida reforzadora del papel real de los Colegios en el control de la profesión.
Los Colegios de Abogados debemos ser defensores y promotores de la dignificación del ejercicio profesional.
Pero la dignificación de nuestra profesión se inicia o comienza por la dignidad de cada uno en el desarrollo de su trabajo, y para ello el abogado deberá contar con suficiente preparación técnica y práctica, así como capacidad suficiente y necesaria para llevar a
cabo su actividad profesional de forma satisfactoria, siendo consciente en todo momento de la función social que esa actividad supone, y respetando siempre unos principios mínimos de ética, integridad y honorabilidad.
Hemos de reconocer que en la actualidad, como ocurre en otras muchas profesiones, el incremento de profesionales ha sido exponencial, y en algunos casos esa dignificación de la profesión se ha ido perdiendo, de tal manera que una mala acción de cualquier compañero tiene una muy superior resonancia que las constantes y numerosas acciones correctas que se llevan a cabo.
Y para ello debemos tomar conciencia de la necesidad permanente de formación, que es uno de los ejes de nuestro proyecto de candidatura.
Hay que formar a los abogados para que de modo continuo estén reciclados y preparados para las nuevas necesidades y retos profesionales que van surgiendo.
Y como antes decíamos, uno de esos retos profesionales es la actualización del ejercicio de la profesión en el campo tecnológico.
Nos encontramos en un momento en el que la aparición y novedad que han supuesto las tecnologías digitales en todos los niveles ya no se discute, y así cualquier organización las está adoptando en mayor o menor medida.
Incluso conceptos que hace poco eran desconocidos para la mayoría, actualmente forman parte del vocabulario cotidiano de la ciudadanía.
Y ello afecta a los Colegios de Abogados los cuales no pueden optar por seguir haciendo lo mismo sin incorporar las correspondientes herramientas electrónicas
Hay que ir sin embargo, mucho más allá. Debemos llevar a cabo un cambio mucho más profundo que afecta a la manera de proceder de toda una estructura y para ello tendremos que incorporar de manera estratégica los recursos digitales disponibles para optimizar los procedimientos que se realizan, porque no estamos ante una posibilidad o un proceso optativo, sino que estamos obligados a hacer todo lo posible para no quedarnos fuera de la realidad, en definitiva para no quedarnos obsoletos, por ello hemos de insistir en que para seguir funcionando y cumpliendo nuestros fines debemos ser eficaces para el desarrollo profesional y útiles para la población y los ciudadanos, y la única fórmula para conseguirlo es adaptándonos a la realidad social y tecnológica que está en nuestras vidas.
Somos un Colegio con cerca de 8.000 colegiados, como antes hemos dicho, el cuarto Colegio de España.
Somos un colectivo de profesionales al que no se puede olvidar, obviar o sortear.
Somos los garantes del derecho de defensa de los ciudadanos, y merecemos un respeto, mejor dicho exigimos un respeto y consideración.
Por esta razón, no vamos a tolerar que se tomen decisiones que afectan no solo a nosotros los abogados, y a todos los operadores jurídicos, cuyos representantes además están aquí sentados, sino también a los que son más importantes, a los justiciables, a los ciudadanos.
Esas decisiones han de contar con nuestra opinión, con el previo y pleno conocimiento de los proyectos, con la transparencia que ha de guiar todos los actos de los organismos públicos, sin secretismos, con luz y taquígrafos.
Creo que todos han detectado a que y a quien me refiero, a las necesarias infraestructuras judiciales que Sevilla requiere, a la definitiva implantación de la Ciudad de la Justicia que la cuarta capital de España se merece.
Que cuenten con nosotros, que desde aquí lanzo mi mano tendida, porque si no lo hacen, nos tendrán en frente, y no al lado.
Pero llamo la atención de los poderes públicos, de que esta urgente necesidad de infraestructuras dignas, no solo es de la Capital, sino que ha de extenderse a las actuales instalaciones de los partidos judiciales de la provincia, la mayoría de las cuales, por no decir todas, son propias de países tercermundistas.
Tenemos muchas cosas que hacer para mejorar nuestro Colegio.
Una de ellas nos ocupará mucho tiempo y esfuerzos, el que se merece sin duda, pues dimana directamente de la función social que la institución colegial tiene.
Nadie duda de la “importancia social” de la justicia gratuita, que se materializa a través de los letrados adscritos que asisten en funciones de guardia a todos los detenidos en dependencias judiciales y policiales de la provincia e igualmente asumen la defensa en turno de oficio de numerosos ciudadanos que padecen insuficiencia de recursos económicos y que sólo a través de los abogados de oficio pueden defender sus derechos en todos los órdenes jurisdiccionales.
Ellos se merecen todo el respeto y consideración.
Una retribución digna y adecuada, la prontitud en el abono de los servicios prestados y el necesario aumento en los gastos de infraestructura que debe soportar la administración y no los colegios, serán nuestra lucha constante, canalizada a través del Consejo Andaluz como interlocutor válido ante la Consejería de Justicia.
Deberemos también prestar la imprescindible atención a los abogados nóveles.
Nuestra profesión ha cambiado a pasos agigantados en los últimos años. La célebre pasantía ya es parte de la historia.
Los abogados recién incorporados al Colegio, bien formados en general, necesitan ayuda y asesoramiento en sus primeras intervenciones forenses que les dote de seguridad para el mejor ejercicio de la defensa de los justiciables.
Para ello se impulsará el Programa Lázaro que consiste en facilitar ayuda a los abogados noveles en las guardias por otros Abogados con mayor experiencia, y el denominado Voluntariado de apoyo al Abogado joven, mediante la creación de una Comisión de Ayuda a los Abogados principiantes con el objeto de asesorarles en todo tipo de dudas formales y materiales que vayan surgiendo en los inicios de su andadura profesional.
Esta Junta de Gobierno tendrá una directa implicación en la promoción y defensa de los Derechos Humanos.
Los Estatutos del Colegio de Abogados de Sevilla incluyen entre sus fines esenciales la promoción y defensa de los Derechos Humanos.
Por eso, constituirá una cuestión primordial de nuestro órgano directivo, en colaboración con las Administraciones Públicas competentes, la decidida defensa de los Derechos Humanos, facilitando los medios de defensa cuando sea necesario y postulando la debida concienciación de los ciudadanos en ese empeño.
Por último, y por cerrar el elenco de nuestros objetivos, se creará la figura del Defensor del Abogado, ajena a la Junta de Gobierno, para defender a los colegiados y, en suma a la profesión, con la finalidad de permitir un mejor ejercicio del derecho a la defensa en servicio de la sociedad, velar por el respeto de la profesión ante la Administración de Justicia y potenciar las buenas prácticas desarrolladas en los órganos jurisdiccionales.
Y ya termino.
Quiero, en primer lugar, dar mi sentido y cariñoso agradecimiento a mi familia, a mis tres mujeres, mi esposa y mis dos hijas, cuyo empuje y apoyo fue determinante para presentarme al cargo decano.
Recordar a mis padres que me educaron en el trabajo responsable y en la honradez como guía de todos mis actos.
Agradecer a mis compañeros de despacho, que me animaron a optar a este cargo de tan altísima responsabilidad.
A la Junta de Gobierno saliente, con mi decano José Joaquín al frente, de la que obtuve el afecto y el ánimo que de ellos necesitaba para llevar adelante este reto y este nuevo proyecto.
Y aunque ya lo he citado, quiero tener un recuerdo especial para quien fue mi maestro, mi padre, que me instruyó en todo lo que sé de esta profesión y me enseñó además a amar esta institución colegial.
Prácticamente desde que empecé la carrera de derecho con apenas 18 años, me animaba a asistir y participar con el y con todos los miembros del despacho, a la comida anual de la patrona, justificándolo con la necesidad de que había que ir conociendo a los compañeros, a los que siempre reverenció y procuró ayudar, porque para él, esto era una máxima inquebrantable en el ejercicio de la profesión, que resumía en la primera frase que me dijo cuando comencé esta bendita profesión: “Hijo mío, cuida al compañero, respétalo y se honesto con él. El cliente se va, pero el compañero queda. Esta es una profesión de caballeros, no de desalmados”.
Solo espero que él, allá donde esté, esté orgulloso de mi.
Para finalizar, y esto va dirigido a la nueva Junta de Gobierno, os diré que en estos cuatro años que tenemos por delante, tendremos tres objetivos principales:
Trabajar, trabajar y trabajar, por nuestro Colegio y por nuestros compañeros.
He dicho.