Dios, Familia y Trabajo
José Luis Campuzano Zamalloa, Abogado (1927-2018)
Abuelo, nos dejaste hace una semana, justo antes de que un ángel del Señor anunciara a los pastores el nacimiento de Jesús. Te fuiste tal y cómo eras: sonriendo, con sencillez, rodeado de tu familia, dando ejemplo y, como siempre, rezando.
Ha sido la primera Nochebuena sin tu compañía, con la abuela presidiendo la mesa. Una sensación extraña porque, a pesar de tu ausencia, no estábamos tristes. Nos pasamos toda la cena hablando de ti, recordando tus anécdotas, incluso riendo a veces. Pero, sobre todo, echándote de menos. Sí abuelo… echándote mucho de menos.
Hoy, en representación de todos tus nietos, me ha tocado a mí el honor de dedicarte esta semblanza, Y lo hago encantada porque sé que estás aquí, cuidando de todos nosotros.
Abuelo, si tuviera que hacer un resumen de tu vida lo centraría en tres ejes.
• Dios: Tu amor a Dios y el sentido cristiano de tu vida. Un amor a Dios que canalizaste a través de las enseñanzas de San José María Escrivá de Balaguer. Un amor a Dios que supiste trasladar a tu familia. ¡Qué orgulloso te habrás sentido de que todos tus nietos nos hayamos formado en colegios de Fomento! ¡Qué bonita tu estampa, junto a la abuela, rezando por las tardes el rosario en tu jardín de la Jara! Un amor a Dios que se complementaba con tu profunda devoción a la Virgen María representada en la advocación de la Esperanza de Triana.
• La Familia: Un pilar fundamental en tu vida. Seguías enamorado de la abuela como si fueras un colegial, tu única novia, tu única mujer, la única madre de tus hijos, tu compañera, tu amiga. ¡Cómo disfrutabas rodeado de todos nosotros! En la Jara, en tu balcón durante la Semana Santa, el día de San José, el día de Reyes, el Domingo de Ramos, en las graduaciones de tus nietos. ¡Y cuanto sufrías cada vez que llegaban a tus oídos noticias de la ruptura de algún matrimonio allegado!
• El trabajo: Siempre trabajando, incluso en tus vacaciones de verano, subrayando códigos, preparando escritos, estudiando novedades legales. No era trabajo por amor al dinero que poco te importaba. Era trabajo como camino de santificación. ¡Cuántas veces repetías aquella frase del Quijote: “Sábete Sancho que no es un hombre más que otros si no hace más que otro”, O aquella otra de San José María: “ no vueles como un ave de corral cuando puedes subir como las águilas”
Pues sí abuelo, si tuviera que definirte hablaría de Dios, Familia y Trabajo. Y todo ello adornado siempre con una sonrisa y una enorme sencillez. En estos tiempos de marcas personales, apariencias y vanidad, ¡qué poca importancia le dabas tú a todo eso!
En fin abuelo, aunque te has ido no estamos tristes y a pesar de que de cuando en cuando verás resbalar por nuestras mejillas alguna lágrima furtiva, te aseguro que son lágrimas de emoción porque, aunque te fuiste en cuerpo, sabemos que tu alma sigue entre nosotros.
Abuelo, déjame que termine esta semblanza con un párrafo de tu pregón a la Semana Santa, un párrafo que dedicaste a tu Virgen de la Esperanza:
“ Y cuando llegues al puente Madre mía, cuando la luz del amanecer del Parasceve arrebole tus mejillas y pinte en tu rostro el cansancio de una noche cuyo recuerdo no puede morir, bendice Madre mía a Sevilla y a Triana; acoge en tu regazo a los cofrades que nos precedieron con la señal de la fe y duermen el sueño de la paz: inspira Madre mía a los que mañana vestirán nuestras túnicas y rezarán el Memento por nosotros”.
Hasta siempre abuelo.
Tu nieta Casilda