Despedida a Agustín del Río Almagro, un magistrado cum laude
A los ochenta y nueve años de edad ha fallecido en Sevilla el magistrado de origen malagueño don Agustín del Río Almagro, eminente jurista y gran persona que impartió Justicia de calidad en Vélez Málaga, Torrox, Marchena, Jerez de la Frontera y finalmente durante más de veintiséis años en Sevilla, donde se jubiló en 1998.
Con su persona se nos ha ido todo un referente de la justicia penal, que dictó sus mejores lecciones de buen hacer profesional en el Juzgado de Instrucción número Seis de Sevilla y más tarde en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial hispalense, que presidió. En ese tribunal fue ponente de una de las sentencias condenatorias dictadas en el conocido como Caso Juan Guerra y más tarde, en 1995 y 1996, presidió la sala que enjuició el llamado Caso Arny, juicio que se extendió durante cuarenta y ocho sesiones y justo con cuarenta y ocho personas acusadas, muchas de ellas populares y mediáticas que finalmente resultaron absueltas.
Recuerdo que al homenaje que se le ofreció con motivo de su jubilación asistimos muchos abogados, en número inusual para ese tipo de actos. Quedaba claro que durante su trayectoria profesional había logrado una alta puntuación por parte de la abogacía; que a la postre somos los abogados quienes acabamos juzgando la labor de quienes desde la magistratura se dedican a diario a juzgar.
Ante los abogados quedó plenamente evidenciado que era un juez justo y comprometido exclusivamente con la Justicia, en cuanto valor supremo de la convivencia. Por eso destacaba en él su notable preparación jurídico-penal: porque sabía que para impartir justicia es necesario conocer en profundidad el derecho y sus vericuetos doctrinales y jurisprudenciales. Sólo así se puede hacer justicia.
Destacaban también en él otros muchos valores fundamentales en un buen juez: la integridad, el estricto sentido de la imparcialidad, la inquebrantable honestidad personal e intelectual, el rigor en la aplicación del derecho y la interpretación de la ley conforme al recto sentido de lo justo. Todo ello concurría en quien fue un trabajador incansable al servicio de la Justicia. Con él no existían dilaciones, pues siempre se distinguió por llevar al día su Juzgado y más tardes sus ponencias en el tribunal sentenciador.
Su aparente rigidez y formalismo en sala era compatible con su gran sentido del humor y carácter sumamente bondadoso, que mostraba en plenitud en el ámbito familiar. Insisto en que cuando se jubiló los abogados lo terminamos calificando con un sobresaliente cum laude, como jurista y como persona.
En la Justicia queda la memoria de un magnífico magistrado. A los abogados sevillanos nos quedan sus hijos Enrique y Emilia, excelentes compañeros y letrados penalistas. Para mi quedan muchas anécdotas con él, que me hicieron aprender mucho. Pero muy especialmente guardo también para mi ese último y entrañable abrazo que nos dimos en Sanlucar de Barrameda, precisamente junto a la desembocadura del Guadalquivir; donde el río se hace mar al igual que, llegado el día, nuestra dimensión finita se acaba convirtiendo en plenitud de vida definitiva. Es seguro que don Agustín goza ya de la paz de Dios, en el mar de la vida eterna.
José Joaquín Gallardo Rodriguez
Decano del Colegio de Abogados de Sevilla