Defensa de la Justicia
La libertad que me conceden los noventa y un años de edad y, sobre todo, los sesenta y siete de ejercicio continuado de la abogacía, motivan la redacción de estas líneas, encaminadas a resaltar, en primer término, el respeto y la consideración que siempre me ha merecido, y merece, la judicatura en la más amplía acepción del término, porque también en todo momento he defendido que el ejerciente como Abogado tiene que comportarse como un auténtico colaborador de los Juzgados y Tribunales de Justicia, para que estos puedan cumplir sus fines con absoluta normalidad.
Todo lo expuesto anteriormente lo motiva el tratamiento desmesurado e injusto de que viene siendo objeto la actuación profesional de la señora jueza Dª Mercedes Alaya, -con la que no he tenido ningún contacto ni personal ni profesional-, desmesura que, con frecuencia, rebasa con creces el respecto al que como profesional y como persona es acreedora, incidiéndose incluso en lo delictivo, y con manifiesto olvido, las más de las veces preconcebidamente, de que sus decisiones, en caso de discrepancia, pueden combatirse a través de los recursos pertinentes, obviándose cualquier otra vía que, por ignorancia o por conveniencia política, puede repercutir o confundir a la opinión pública y, fundamentalmente, a la menos preparada en temas de justicia y de su aplicación práctica en cualquier momento procesal.
No he pertenecido ni pertenezco a ningún partido político, porque siempre he preferido acertar o equivocarme desde mi más absoluta libertad, por lo que los anteriores juicios y comentarios los he vertido exclusivamente como veterano profesional de la Abogacía y con la absoluta convicción, que reitero, del respecto y consideración que me merecen los órganos judiciales en general.
También quiero decir que nunca me han parecido aceptables esas Agrupaciones de Jueces en razón a una determinada ideología política (Jueces Progresistas; Jueces para la Democracia, etc.)
En la esfera personal cada uno puede defender, en el ejercicio de su libertad, la opción política más coherente con sus convicciones, pero profesionalmente debe prevalecer siempre lo que le ha sido consustancial: la independienca.
En el Diccionario de los Políticos, de Juan Río Amat (1821-1870), reeditado con notas de Javier Paredes, se define a los políticos como “zánganos de colmena que se alimentan únicamente de la miel de la Patria”.
Discrepo en cuanto a que esa definición pueda interpretarse con carácter general, porque en la arena política existen muchas personas honestas y responsables, aunque a lo mejor y lamentablemente, puedan ser la excepción que confirma la regla.
De todas maneras y desde la esfera puramente profesional, considero que se valoraría como una muy buena noticia, que el Consejo General del Poder Judicial quedara desligado de los partidos políticos, con objeto de que sean los propios jueves, sin tutelas asociativas ni presiones partidistas, quienes elijan libremente a los miembros que conforman dicho alto Órgano Judicial, para que con total y absoluta independencia, puedan acometer la resolución de todos aquellos casos que sean sometidos a su conocimiento por imperativo legal, resoluciones que aparte de que sean absolutamente rigurosas en la aplicación de la normativa que corresponda, deben ser también compasivas, incluso misericordiosas, porque la justicia cuando se desgaja de la misericordia deviene en crueldad, lo mismo que la misericordia que se aparta de la Justicia se convierte en mera complacencia sentimentaloide.