Asociación de Abogados Jóvenes nº 168
Estimados Compañeros:
Necesariamente, las primeras palabras de esta comunicación deben estar llenas de agradecimiento a nuestro compañero y amigo José Antonio del Barco Aumesquet, diputado de la Junta del Colegio y anterior presidente. Como Presidente ha impulsado a la Asociación a lograr varios de sus objetivos fundamentales, como la Bolsa de Pasantía y la atención continuada a los compañeros, consiguiendo “conectar” el Colegio con la Asociación. Quede su labor como ejemplo de entrega desinteresada, compañerismo y cariño por la profesión.
La Asociación de Abogados Jóvenes entra en una nueva etapa. El principal reto que nos proponemos es consolidar lo ya alcanzado, potenciando aquellas otras parcelas en donde podamos contribuir a la consolidación, el desarrollo y la dignificación de la profesión de abogado en los primeros años de su ejercicio.
Los curso de formación práctica, la potenciación de la bolsa de pasantía, la presencia del colectivo como referente civil, el desarrollo de cualidades que ensanchen la vocación de abogado…, a todo ello se dedicará esta Junta Directiva formada por compañeros cuyo único propósito es servir y ayudar.
Hemos querido acompañar este artículo con un documento que nos parece de la máxima utilidad y actualidad. Se trata de un número de la “Revista de Tribunales” , publicación fundada con el propósito de difundir la Jurisprudencia de los denominados “Tribunales Menores”, fundada en 1953, por D. Juan Zamorano Domínguez, maestro de abogados, y que nos ha llegado por la colaboración desinteresada de su hijo y compañero Felipe Zamorano Flores, que desde aquí agradecemos.
En ella, se recogen una serie de “consejos” a los jóvenes abogados que, a pesar de datar de 1874, continúan desplegando vigencia y humor. Éste es el espíritu de servicio que nos guía y al que vamos a dedicar todo el mandato.
Un fuerte abrazo
Consejos al Abogado Joven
CONSEJOS AL ABOGADO JOVEN
Como antecedente curioso, insertamos la carta que un Magistrado de la Audiencia de Sevilla dirige a un futuro Abogado. Consideramos que, salvadas las circunstancias de época, continúa teniendo vigencia, interés… y verdadera gracia. Ya fue objeto de publicación, hace algunos años, en la “Revista Jurídica de Cataluña”
“Julio 20, Sevilla, 1874
Amigo Pepe:
Celebro tu resolución de ser abogado, pues eso tiene porvenir, como dicen los periodistas, mientras el oficio de los jueces es de aquellos que no valen dos habas, como decía Sancho Panza hablando de los que no dan de comer a sus servidores.
Si algo debo aconsejarte es que seas breve en estrados; jamás olvides la leccioncita, y escríbela en la cabecera de la cama para que la leas al acostarte y levantarte. Si el litigante ha de estar en la barandilla, predícale la necesidad y conveniencia de que se resigne a oírte poco tiempo, siquiera hable el contrario tres semanas seguidas. Así te apreciarán los jueces, y te oirán con gusto, y te darán la razón casi siempre que la tengas y muchas veces que te falte, y te hallarás con algunas condenaciones de costas al contrario en venganza del mal rato que dé a los señores del margen su defensor, cuando hable mucho, en competencia del que habló poco y molestó menos. Tú no sabes el hastío y aun horror que causan los informes largos a hombres que tienen por oficio oírlos, mudos como estatuas y quietos como la del Comendador del Don Juan Tenorio, cuando ya están todas las reflexiones legales, y morales, y políticas, y hasta poéticas apuradas, en esos bancos de maldición, sobre todos los puntos que abraza la jurisprudencia. Nunca digas “procuraré ser breve y molestar lo menos posible la respetable atención de la Sala, etc.”
Sólo en efecto y, al salir, tras la turba oirás muchas veces: “Esto se llama informar, y no esa puñetera (porque así hablan los señores a puerta cerrada o que va a cerrarse) pesadez de Fulano, que no hay paciencia que baste para oírle”. Esto lo oirán sobre todos, los relatores y escribanos de Cámara, que luego lo cuentan, y acreditan así a los abogados, al menos en el concepto, que vale mucho, de bienquistos de los señores.
No asegures el buen éxito a las partes, sino que la cosa te parece justa, si en realidad te lo parece, y que harás lo que puedas.
Reserva para estrados las razones fuertes, y sobre todo la cita de las leyes, aunque las indiques en los escritos, y nunca te incomodes de oír absurdos, ni desvergüenzas, ni aun hechos falsos, pero rectifica los últimos en pocas palabras para que no te echen la campanilla.
Si el negocio es de escándalo y concurrencia, puedes permitirte alguna albórbola y aun algún grito; en otro caso habla como entre cuatro personas de respeto sentadas en visita, y ten presente que es gente sin corazón la que te escucha, porque el corazón se acaba a los veinticinco años en cuanto a miserias ajenas, y los jueces lo tienen más seco que un esparto a lo pocos años de fallar pleitos y, sobre todo, procesos criminales.
Si puedes, no hagas extractos, porque es trabajo que mata y hasta embrutece; pero paga bien a quién te los haga con tino, concisión y buen orden.
Escribe poco, o si quieres cobrar por varas, busca quien escriba por ti, extractando el apuntamiento, y repitiendo y comentando lo que dijo el otro. Si así no lo haces, serás charlatán sin remedio, y la vaciedad de los escritos se traslucirá en los informes orales, acabando por ser un abogado como casi todos.
No bebas vino ni almuerces fuerte, como dicen los petimetres, ni dejes de pasear por la tarde, ni veas el papel sellado en cinco horas después de haber comido. Basta por hoy.
Expresiones a Varela y dispón de tu
ANDRÉS”.