A José Manuel Rodríguez Gómez, compañero y hermano
“Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”
Así reza la célebre letra de las sevillanas que escribiera Manuel Garrido; y con ese sentimiento me encuentro desde ayer tarde que tuviera conocimiento de tu partida. Inesperada, prematura y repentina. Un espacio vacío en el alma porque te has ido, sin avisar, al cielo con los abogados buenos.
A José Manuel Rodríguez Gómez, (Pepe, el abogado) me unió una relación que giró siempre sobre nuestra querida Hermandad de San Esteban, y a partir de la cual, compartimos infinidad de conversaciones cofrades, sobre cuitas relacionadas con un contrato de seguro, con su Betis o mi Sevilla. Todas ellas las aderezaba con el ingenio de un chascarrillo o con la ironía más fantástica y sutil, de la cual era un maestro para mí.
Fuiste Pepe, padre de las Reglas de nuestra San Esteban, y me ayudaste de forma generosa en la tarea de su interpretación cuando unos hechos tenían dos o más ópticas. Compartir contigo la redacción de las ordenanzas que las desarrollaban ha sido un regalo que me guardaré para siempre, por tu criterio jurídico, también en las normas de la Iglesia, y por tu cercanía sin condiciones que siempre me encontraba tras esa apariencia de tipo duro.
Compañero, hermano; te imagino solicitando la venia a San Pedro para entrar en el cielo, y agradeciendo al momento, que te haya sido concedida.
Descansa en Paz
Temprano levanto la muerte el vuelo
temprano madrugó la madrugada
compañero del alma, compañero
Te tuve una vez de contrario en un tema muy complicado tanto en lo jurídico como en lo humano y me impresionaron la elegancia de tus maneras.
Parece que Dios quiere con el a los mejores.
Descanse en Paz.