A la memoria de José Ángel
A buen seguro que, además de estas líneas, habrá otros que las pergeñen en recuerdo de nuestro compañero José Ángel García Fernández. Y podrán trufar su obituario de los méritos que le adornaron, que son muchos, de gran relevancia en lo profesional y en lo corporativo. Ninguno pasará por alto el que, en un solo mandato como Decano, -anunció desde el principio que no optaría a la reelección-, compró la casa en Chapineros, hoy digna sede de nuestro Colegio, la reedificó y, lo que es más importante, dejó íntegramente pagadas la compra y la obra. Todos conocen también que a partir de su Decanato, el Colegio llevó sus cuentas conforme a las leyes, cosa que con anterioridad parece no sucedía. José Ángel no ha sido un Decano más de la lista, en la que figuran empero nombres de mucho lustre. Ha sido un Decano señero, mejorando a los demás.
Pero yo no quiero abundar en ello. Quiero ahondar en mi memoria y recordar los ratos que tuve la dicha de compartir con él. La mitad de su mandato le acompañé en la Junta de Gobierno como Diputado Quinto. Los que conmigo la formamos no podrán desmentirme si digo que aquella Junta respiraba esencia democrática, sin que con ello lo niegue en otras. Más de una vez perdía en la votación sus propuestas, sin que ello le alterase.
Como Decano, supo en ocasiones hacer valer frente a quien fuese, del Rey abajo, cuando se desconocía, la dignidad que le revestía como representante de la Abogacía sevillana.
Él era gallego recriado en Sevilla, lo que supone una amalgama que en su persona resultó encantadora. Nacido en Tuy, e hincha del Celta, se sabía muy bien si subía o bajaba cuando en la escalera lo encontrabas. Lejos de ser dispendioso, como el andaluz suele, miraba muy bien los dineros, sobre todo los que no eran suyos. Muy claro, nada oscuro, franco en su mirada, que nunca agachaba. Veraz y leal. Amante cierto de su familia. Ese era José Ángel. Me encuentro muy perjudicado por su partida.
Enrique Álvarez Martín