El mundo del Derecho es hoy infinitamente más complejo
Discurso de Toma de Posesión como Nuevo Teniente Fiscal
“Hay dos clases de libros, una, la de los que el autor saca de los libros de los demás, y, otra, la de los que el autor se saca él de la cabeza. Está, a primera vista, parece más meritoria porque quien escribe pone más de su cosecha, pero no hay que destacar que pueda ser peor, si el que escribe tiene una cabeza funesta” (Albadalejo).
Reproducimos el discurso de toma de posesión de Antonio Ocaña Rodríguez como Teniente Fiscal de la Fiscalía de Sevilla. Un estupendo ejemplo de los autores que piensan y bien. Deseamos lo mejor en el cargo a este colaborador habitual de La Toga.
Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, queridos compañeros Fiscales y Jueces, y respetable público que asiste a este acto: No sé si empezar diciendo que es la primera vez que, habiendo aspirado a tener un cierto cargo dentro de la Carrera Fiscal, dicho cargo se me otorga. Claro está que la concesión de este cargo no está en función de mis méritos, reales o supuestos; tampoco de mi capacidad, mayor o menor. Todos sabemos que está en función de la antigüedad y de que no lo haya pedido otro Fiscal más alto en el escalafón.
Esta indiscutible realidad (“la de no pocos años ya acumulados en mis espaldas”), determina que “en poca medida” pueda sentirme ufano de haber llegado a esta situación. Es más, la carga de responsabilidad que todo cargo implica, supone para mí (es decir, según mi manera de ser y de pensar) más un motivo de preocupación que un motivo de satisfacción. Tendríamos la obligación de decir con el Cristo –como gustaba de llamarle Unamuno-, aunque invirtiendo el orden de la frase (“spiritus enim promptus est, caro autem infirma”) que la carne es débil, el espíritu está dispuesto. Se trata simplemente de mirar hacia delante…, de seguir sirviendo a la Administración de Justicia en el puesto que nos tocado.
Tal y como he visto hacer a otros Tenientes Fiscales que me han precedido en el cargo y que tan eficaces fueron (Jaime Ollero, Alfredo Flores en su momento, Isidoro Hidalgo, Manolo Villén, Miguel Ruz), creo que mi misión consistirá en colaborar al máximo con nuestra flamante Fiscal Jefe, y sobre todo en ayudar a mis compañeros Fiscales.
Son notorias las dificultades que, cada vez en mayor número, se presentan en la vida real y en el mundo del Derecho. La vida se ha hecho más compleja. Estamos muy lejos de aquella sociedad predominantemente agrícola de los años cincuenta; o de aquella otra semiindustrializada de los años sesenta o setenta.
Por otra parte, la vida política se ha complicado. Para quienes estudiamos la carrera de Derecho en los años sesenta, el paso de un Estado centralizado a otro descentralizado nos sigue causando cierto desasosiego cuando menos.
Paralelamente el mundo del Derecho ha evolucionado hasta límites insospechados y se ha hecho infinitamente más complejo. Muy lejos estamos de aquel desideratum de Séneca, expresado en alguna de sus epístolas: “legem brevem esse oportet quo facilius ab imperitis teneatur” (conviene que la ley sea breve para que se la retenga más fácilmente por los indoctos).
Hoy no podemos desenvolvernos sin una cierta y acusada especialización. Muchas veces se siente y se palpa “la angustia del Derecho”, de la que recientemente he tenido noticias a través de alguna lectura. No se tiene clara la forma de encarar ni de encuadrar el conflicto planteado.
Aun recuerdo, cuando llegué a Sevilla en una lluviosa y ya melancólica mañana de Enero de 1972, que cuando preguntaba sobre algún tema a mis compañeros fiscales, alguno de ellos me decía: “esto viene en el libro colorado”…Y es que de color rojo eran las guardas con que publicaba entonces la Editorial del BOE los libros de nuestras leyes más importantes. Preparado con el Castán, con el Quintano Ripollés, con el Prieto Castro y con el Gómez Orbaneja, uno creía poder abordar con cierta solvencia toda clase de asuntos. Hoy manuales y monografías son innumerables…
Nuestro sistema jurídico se ha acercado quizá en exceso al sistema anglosajón. Sin conocer la numerosa Jurisprudencia del TC y del TS, no se puede andar un paso; las leyes han quedado obsoletas y desfasadas ante los nuevos problemas. Por entonces solía dedicar una media hora al día a conocer las novedades legislativas y ver el Aranzadi. Hoy se necesitan muchas horas. También es preciso conocer la legislación autonómica y la europea. La angustia a la que antes me refería no puede ser más lógica.
En materia penal he visto desfilar ante mis ojos el sistema causalista, el normativista en los años setenta, el finalista en los años ochenta y el funcionalista en la actualidad. Espero no tenerme que estudiar algún otro.
Ante tal complejidad, que además impone la especialización de los miembros del Ministerio Fiscal, dado que, donde por entonces nos bastábamos unos 15 0 16 Fiscales (entre Fiscales de Distrito y de Carrera), hoy somos setenta y tantos, mi única pretensión es que mis compañeros puedan tener en mí una apreciable ayuda y un cierto estímulo para profundizar en los temas que tengan que abordar.
Mucho se clamó por la superación del Fiscal de “despacho o de mesa camilla”. Pero creo que el número de comparecencias orales y de servicios en sitios alejados de nuestra sede o residencia es excesivo, y en cierto modo evitable si dispusiéramos de medios modernos de comunicación por vía informática. Es excesivo el tiempo y el dinero dedicado a desplazamientos, no siempre necesarios desde el punto de vista de la conveniencia, no ya de la legalidad.
Y sin embargo, sigue siendo preciso profundizar en el estudio de los asuntos, tanto de los hechos y de su prueba como desde “el derecho justo”, más que de la simple legalidad. Es la calidad y no la cantidad de nuestros dictámenes y calificaciones lo que prestigia a la Institución. Un Fiscal vale tanto cuanto valga su dictamen, inspirado en el más profundo conocimiento de la materia.
Vaya por delante que, pese al temor que todo asunto algo complicado inspira, la satisfacción de haberlo resuelto y culminado con el mayor espíritu de verdad y de justicia es la mejor recompensa, se esté o no equivocado. Siempre debería decirse que el Fiscal es quien mejor conoce o ha conocido su trabajo.
De este modo se puede hacer realidad la misión que al Ministerio Fiscal encomienda el art. 124 de la CE: promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley… Decía San Agustín, citado por el actual Pontífice en su Encíclica “Deus Charitas est”: “suprimida la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones?. Y aún así, ¿quién olvida “la ocurrencia” de Cervantes, cuando, tras presenciar sus héroes el equitativo reparto que del botín hizo Roque Guinart entre sus bandoleros, hace decir a Sancho: “según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia que es necesario que se use aún entre los mesmos ladrones”?… A Santi Romano se le reprochó que al concebir el derecho como mera institución, nacida de la necesidad de organizar la sociedad, no hubiera tenido cuenta del problema de su validez, validez únicamente posible de anclar en la justicia como ideal o valor fundamental.
A la justicia servimos y el Fiscal no es más que la puerta de acceso a los Tribunales de los justos intereses más relevantes de la sociedad civil en su conjunto. A ella exclusivamente representa, a fin de abogar por los fueros de la justicia ante las Instancias judiciales.
Entre estos intereses se encuentra la protección de las víctimas de los delitos, protección que no ha querido confiar el legislador ordinario a su exclusiva y particular iniciativa pues son sus DF más esenciales los afectados.
En el proceso civil, es el área de la protección de los DF y libertades públicas, fundamento del orden político y de la paz social (art. 10, 1 de la CE), el área del estado civil de las personas y la defensa de los menores e incapaces, dado el interés publico y social existente en su protección, lo que constituye el campo principal en la actuación del Fiscal.
En los procesos del orden social, contencioso administrativo, y constitucionales, la defensa de los DF son el único Norte y única Guía del Ministerio Fiscal.
Y si en toda sociedad verdaderamente libre y democrática, el ideal de justicia, desde el punto de vista ético y jurídico, se centra en la más plena realización, no sólo nominal sino práctica y real, de los derechos humanos, hoy convertidos en DF, debidamente coordinados unos con otros como quiere el art. 10 de la CE, creo que no podemos escatimar nuestros esfuerzos.
Servimos a nuestros conciudadanos, en el espacio que nos toca cubrir, ayudando a que sus justas pretensiones encuentren el debido eco ante los Tribunales. Ayudamos también a los Jueces y Tribunales con nuestro asesoramiento y con el debido planteamiento de los asuntos.
Con este espíritu quiero abordar mi nuevo cargo. Sólo quisiera “hacerme digno con mis actos de merecer la confianza” de mis superiores, de mis compañeros Fiscales y también de mis compañeros Jueces y Magistrados pues siempre los consideré como tales. Sin olvidar a Secretarios y personal auxiliar, Abogados y Procuradores –están presentes los respectivos decanos-, sin cuyo concurso no podría funcionar la Administración de Justicia.
Simplemente despido este breve discurso, diciendo que quedo a disposición de todos vosotros.