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¿Discriminación personal o profesional?

Era un dia de finales de invierno de 1983, por la mañana. A las 12 horas estaba señalado el juicio, en el Juzgado entonces de Distrito, nº 3 de Sevilla. Yo, me encaminaba algo inquieta, pero alegre a la cita; era uno de los primeros juicios de mi carrera  como Letrada. Tres años como interina en el Juzgado de Distrito nº 2, me daban un poco de confianza.

Cuando el Oficial, que me conocía , anunció el nº de expediente que correspondía a mi demanda, se acercó a las partes, nos presentó, y nos conminó a llegar a un acuerdo. Entonces los juicios eran así, sin togas y en las oficinas, no en Sala.

En ese momento recordé las palabras de mi padre, D. José Chico, Oficial de distrito nº2 de Sevilla: «más vale un mal acuerdo que un buen pleito», así que con ánimo de conseguirlo, saludé al demandado y le hice una propuesta en nombre de mi cliente, a lo que el demandado, muy ofendido, respondió en un tono ofensivo «a mi nadie me dice lo que tengo que hacer, y mucho menos una mujer».

Aquello fue un golpe bajo, que unido a mi inexperiencia, me causó un sentimiento que hoy tampoco puedo definir.

No recuerdo bien los detalles de la demanda, creo que era reclamación de cantidad, un Cognición se llamaba en aquellas fechas tampoco recuerdo bien la cara del demandado, no era ni joven ni viejo, de mediana edad, pero su frase se me clavó en el alma, pues aún la recuerdo, con desagrado e impotencia, pues se daba la feliz circunstancia para mí de que en aquellos momentos yo estaba embarazada de mi segundo hijo de siete meses de gestación y era bien visible.

Ahora, después de 27 años me planteo qué fue lo que más le molestó al demandado, que alguien le hubiera llevado al Juzgado, que fuera una mujer y que además estuviera embarazada. En cualquier caso, no me importa lo que él pensara o sintiera, pero sí lo que sentí yo: una gran impotencia, desprecio hacia mi persona y mi profesión.

Dicen los cientificos que el cerebro borra aquello que es doloroso y desagradable, pero yo aquella frase no la he olvidado, aún la recuerdo, como una gran bofetada a mi naturaleza femenina y a mi profesión elegida libremente.

He seguido trabajando con la misma ilusión, pero esa frase, me llena de tristeza cuando la recuerdo.Lo bueno de todo esto es que nació una niña y ésa niña hoy es también una mujer formada en la Universidad  y Licenciada, que se gana la vida con su trabajo.

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