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Obituarios nº 168

Angel Olavarria Tellez. In Memoriam

En muy pocas ocasiones en los tiempos que corren, podemos encontrarnos con una biografía, trayectoria y culminación de una vida ejemplar, como en el caso de mi entrañable amigo Ángel Olavarría.

Hijo, esposo, padre, abuelo, estudiante, Letrado del INP, Notario, Abogado, Académico, Jurista, Juez-Arbitro y hombre bueno irreprochable. En todos los ámbitos siempre un maestro, llegando a presidir y representar los colectivos referidos.

Si en el ámbito de su actividad profesional siempre fue un número uno, como patriarca de una gran familia, cristiano y amigo fue inigualable.

Trabajador escrupuloso y concienzudo, de profunda preparación, agudo, sensible, sencillo, honesto, austero, generoso, conciliador, serio –que no triste-, respetable y respetado, buen compañero de viaje que siempre enseñaba con humildad en los temas complicados y difíciles que se le planteaban. Hemos recibido de su trayectoria y amistad una lección de vida familiar, profesional y ciudadana difícil de superar.

Se nos fue de esta vida coyuntural con 92 años largos “en el tajo y con las botas puestas”. Estuvo trabajando hasta poco tiempo antes de su muerte y, aunque la vista y el oído se le fueron reduciendo últimamente, su cabeza, corazón y sentido de la responsabilidad y de la vida siempre los mantuvo en su lugar hasta el último momento.

Sin duda se ha ido, como caso excepcional, “con todo el pescado vendido” en su prolífica vida. ¡Que envidia!, ¡que suerte!, ¡que ejemplo!.

Todo ello lo mantengo no por la relación, cariño y estrecha amistad que mantuve con él y su familia, de lo que me enorgullezco, aun cuando no llego a comprender la razón de que él me la dispensara, sino porque he sido testigo de cargo y excepcional de su actividad y quehacer diarios, no sólo en los trabajos profesionales aludidos, sino también como profesor, miembro del Consejo Consultivo de Andalucía y hombre de confianza y criterio siempre escuchado también en los asuntos difíciles y delicados de la Archidiócesis de Sevilla así como en otras muchas instituciones y fundaciones.

Ha dejado en su vida todo un mucho y buen hacer irrepetible, que será muy difícil continuar tras su ausencia.

Patriarca familiar –en su auténtico sentido-, nunca me encontré con una familia, a pesar de su elevado número y disparidad, tan unida y buena gente como la de Ángel. Aquí hay que reconocer y recordar que siempre “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”. ¡Gracias Tita!.

Se ha ido con la tranquilidad y serenidad de haber terminado su labor y culminado su obra, a la que dedicó todos los “denarios” o quizás alguno más de los que había recibido. Estoy convencido de que estará recibiendo y recibirá la gran recompensa que se merece y le corresponde.

Amigo Ángel, ¡descansa en paz!

Jesús Bores Sáiz

Abogado

La bondad de Fernando Haya

Con la muerte de Fernando Haya perdemos a un hombre de bien que en vida transmitió a diario el valor de la bondad. Perdemos también a un magnífico abogado que honra la nómina de este su Ilustre Colegio, al que ha pertenecido en activo desde 1.953 y al que continuará perteneciendo ya por siempre, en ese inacabado listado histórico de quienes contribuyeron a consolidar el prestigio de nuestra Corporación profesional.

Hemos perdido a un abogado de bien y nos queda esa pena que sólo encuentra consuelo en la certeza de que Fernando goza ya de esa definitiva vida eterna, en la que él tan profundamente creía.

Su compañera de siempre, Mª Teresa, se mostraba tras el funeral gratamente sorprendida por las muestras de cariño recibidas de tantas y tantas personas, que en esos difíciles momentos le trasladaban sus condolencias y le hacían saber “lo bueno que era” Fernando. Ella y cuantos le hemos conocido ya lo sabíamos, pero parece que en el duro momento del tránsito todo se evidencia con mayor claridad y todos acaban comprendiendo las silenciosas lecciones dictadas en vida.

Siempre he creído que sólo se puede ser un buen abogado si se tiene la necesaria calidad humana para ello. La Abogacía exige de quienes la ejercemos que tengamos muy claro cuáles son los valores esenciales de nuestra convivencia en sociedad y en libertad.

Ante los muchos conflictos de intereses y los posicionamientos apasionados que cada día se evidencian en nuestros despachos profesionales, los Abogados tenemos que ser necesariamente personas sensatas, desapasionadas y vitalmente enamoradas de la Justicia. Así era Fernando: un buen abogado que, sin pretenderlo, derrochaba bondad y humanidad en todas sus relaciones personales y profesionales.

Por ello el dictamen de quienes le hemos conocido es necesariamente unánime y no debiera sorprender a su esposa, hijos, nietos y compañeros más próximos. Cuando llega el momento de la despedida todo lo vivido queda relativizado y se puede sintetizar en un titular, que para Fernando es incuestionablemente el que encabeza estas palabras, escritas desde el corazón por su amigo, compañero y decano.

Quienes con él gozamos del don de la fe sabemos que solo ha concluido un tránsito y que ahora comienza la verdadera vida. Ello amortigua nuestra pena y nos llena de esperanza. Fernando habrá abrazado nuevamente a su buen amigo Francisco Capote Mancera, quien fuese decano de este nuestro Colegio, y a tantos otros buenos compañeros que un día también partieron. Todos estarán ya hablando de Derecho y concluyendo que lo esencial es siempre la bondad.

José Joaquín Gallardo Rodríguez

Decano del

Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

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