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Obituarios nº 162

Juan Moya, In Memoriam

De su padre heredó no sólo el nombre (Juan) y el apellido (Moya), sino también la parte alicuota de un muy importante capital que Juan padre atesoró día a día durante muchos años; quien lo conoció, sabe que no estamos hablando de bienes materiales, sino de algo muy distinto, que hoy día no se estila: de bienes morales. Juan padre blindó, por así decir, tanto su vida personal como su vida profesional, con una importante muralla de valores y principios, que día a día iba fortaleciendo; en ese despacho se olía, desde que entrabas en él, a integridad, a ética, a honradez … en definitiva, no era otra cosa que un cristiano ejerciendo de tal, lo que no es poco.

Y Juan hijo se dedicó, tomando apuntes de su padre, a poner en práctica esos valores, los que también utilizó tanto en su vida personal como en la profesional, en la que asimismo hizo gala siempre de un exacto, recto y altísimo sentido del compañerismo; mi tío y maestro, Don Juan Manuel Aguilar Lobo, me inculcó una máxima que siempre he procurado cumplir: “el cliente pasa y el compañero queda”, misma máxima que Juan observó porque, estoy seguro, la conoció de su padre por vía de ejemplo.

Los pobres mortales no entendemos los planes del de arriba; ciertamente es duro e injusto que Juan se haya ido, cuando aún le quedaban, sin duda, muchas cosas por hacer, muchas horas de estar con los suyos, mucha, y muy rica, vida profesional por delante; lo que ocurre, creo, es que el Señor no tiene interés en llevarse a los tontos ni a los malos y claro está, lo que le gusta es llevarse a los que van a estar con él, que son los que aquí llamamos “buena gente”; y Juan lo era.

¡Y que categoría al irse!; el día antes de que lo operaran fui a verlo a la Clínica, y en un momento en que nos quedamos solos, me dijo: “Estoy seguro que voy a poderle a esto; y si no fuera así, hace tiempo que tengo preparadas las maletas”; me acordé de aquella vieja película “Balarrasa” en la que el personaje central, un sacerdote, le dijo un día a su familia que lo importante cuando le llegara la hora a cada uno, era no irse con las manos vacías y si llenas de actos de entrega a los demás; y recuerdo que me impresionó mucho que una hermana de ese personaje antes de morir se lamenta con él, diciéndole: “Es terrible; me voy con las manos vacías”; Juan se fue, sin duda, con las manos repletas, y ciertamente, se fue para el Cielo, como decía una que yo conozco, “escopeteao”.

Las personas solo se mueren de verdad si no se les recuerda, si se les olvida; y Juan está y estará siempre vivo, porque somos muchos, en Sevilla y fuera de ella, los que lo echaremos de menos y lo añoraremos.

Y a pesar de haberse ido tan pronto, estoy seguro que Juan ha tenido tiempo suficiente para transferir y transmitir a sus cuatro hijos, incólume y engrandecido, esa misma herencia, ese mismo gran e importante capital de valores morales, que recibió de su padre.

Manuel Barón Rojas-Marcos, Abogado

Juan ya está con su Cristo de la Buena Muerte

¡Se nos ha ido! Cuando una larga y penosa enfermedad se lleva a un ser querido, uno piensa en primer lugar si relajarse por su descanso o cabrearse y entristecerse aún más por el dolor del sufrimiento, la impotencia y la pérdida que supone.

Si, además, de un gran compañero, se trata de un entrañable “amigo de la mano” – hijo y padre de grandes personas que te tocan el corazón -, referente de una familia de esas sevillanas que le dan a nuestra tierra sentido y de la que uno se siente orgulloso, de un gran hombre que lideró los Estudiantes, cofrade modelo, joven pregonero, de un bético apasionado y buena gente, – y esto lo dice un sevillista de Heliópolis – de un servidor público y Senador comprometido, Gran Cruz de la Orden de Raimundo de Peñafort, y de tantas otras cosas, … la tristeza y la pena se confunden con los inolvidables recuerdos y vivencias compartidas con el amigo, que estoy seguro seguiremos compartiendo con los suyos y con los nuestros.

Es justo y necesario mantener y preservar los recuerdos, referencias, modelos, trayectoria y congruencia de un amigo y un Abogado con mayúsculas. Ambos, hemos aprendido y nos hemos forjado bajo una gran generación de juristas que nos precedió con vocaciones y servicios modélicos inusuales en los tiempos que corren. Con ellos, tenemos una deuda impagable puesto que ayudaron de una forma importante, y quizás no reconocida, a fraguar nuestro actual Estado de Derecho y de convivencia democrática. Vocación, independencia crítica, generosidad, respeto, pragmatismo, compromiso, dedicación, rigor, exigencia, compañerismo, carácter, y humanidad, iban unidos a la actuación y talante de Juan Moya Sanabria, que nos han servido y servirá de ejemplo a muchos.

Era, sin duda, uno de esos que de profesión, ABOGADO, han sido pilares de tantas cosas y causas. Orgullo de esta sufrida carrera profesional, ejemplo a seguir, inmejorable marido, buen padre y mejor persona.

Ni sus amigos ni su familia olvidaremos su trayectoria, ejemplo, lucha por los demás y por la vida… . Es difícil conseguir, como él lo hizo, el enfrentamiento común a su enfermedad, con la dignidad y fortaleza encomiables que mostraba. ¡Qué gran piña familiar en esos difíciles momentos!. Sin perder la esperanza han aprovechado cada suspiro de vida manteniendo la sonrisa, el espíritu y la entereza que sólo da una sólida base de generosidad y fuerza moral.

Por ello, y ya descansando junto a su Cristo de la Buena Muerte, deben recordarse algunas claves recogidas en su pregón de 1.989 para recordarte y agradecerte tantas cosas.

De nada serviría la doctrina de la Salvación que escribiste con tu Buena Muerte, si en ese grandioso edificio, se imparte sólo cultura y en la humildad de tu capilla sólo fe.

Estoy empeñado en demostrar que para la formación integral del hombre, para la motivación de una verdadera ilusión de vivir, es imprescindible que en su espíritu reine la imagen plástica de un Martes Santo, cuando la cultura y la fe se imparten en el mismo edificio para la asimilación de muchos y admiración de incrédulos.

Tengo que seguir luchando por conseguir que mi teoría se virtualice en la práctica. En nada me consuela, tener la seguridad de que me condonarías ese tema por su dificultad en el examen de un inmediato Junio. Deseo mejor llegar a la última convocatoria de mi Septiembre y presentarme no sólo con toda la dimensión de tu asignatura perfectamente aprendida, sino con muchos trabajos realizados para que me puedas dar, no un sobresaliente, ni tan siquiera un mero aprobado, sino el premio de oírte decir: Se sabe usted la lección de mi Buena Muerte.

Querido Juan, no sólo no te has ido, porque siempre seguirás en nuestro recuerdo y nuestros corazones – aunque nos lo has puesto bastante difícil para seguirte –y te prometo que intentaremos conseguir el aprobado en la convocatoria extraordinaria de febrero.

Descansa en paz.

Jesús Bores Saiz, Abogado

Mi corbata negra

A mi Padre, Padrino y Maestro, José Pérez Bueno

El tiempo no cicatriza la herida honda que te deja, un padre que se va y el maestro que se ausenta… Cuando la luna teñía de plata la Costa de la Luz, y el cielo se engalanaba de estrellas, atendiste fiel la llamada de tu Cristo, el de la Salud, que queriendo sanar tus males, te prendió de la mano elevándote al infinito, cual gaviota que surcaba nuestros mares, en ágil vuelo sobre la bahía gaditana.

San Pedro te abrió las puertas, y tras de sí, nuestro Cristo, que imparte justicia Suprema, te dio la venia para informar, en una audiencia llena, público de juristas, compañeros con toga puesta, y allí brilló tu voz, y sin necesidad de practicar pruebas, dictó in voce una sentencia, que te otorgaba la vida eterna, aquella que yo Suplico para tí, aquí en la tierra.

Ayer te volví a ver, en una bellísima puesta, rayo de luz penetrante, del que emana mi fuerza, aquella del allá, que me arropa con tu presencia. Sobre mi mesa, un Código, y junto al precepto, tu letra… la del maestro que me enseñó, y me transmitió su experiencia, la de letrado de buen hacer, amante de la ley, … todo corazón y entrega.

Y te sentiré en el Sol cuando amanece, en el “Fallo” de las sentencias, en los motivos de mis recursos, en los fundamentos y en tus prendas, en tu apreciada Toga, que hoy llevarás puesta. Estará mi mano sobre el teclado, y tú indicarás la meta, marcarás mi camino, guiarás mi agenda, estarás conmigo siempre, ora aquí, mañana en la Audiencia, y lucharé hasta el final, será ésa mi mejor ofrenda, la del estudio legal, para ahogar mi pena…

Cumpliré lo prometido de permanecer siempre en vela, de transmitir tu alegría de proteger a quién deba, que tú lo haces por mí, es clara tu presencia, porque te fuiste para volver pero dejaste tu estela.

Y llevaré siempre conmigo tu corbata negra, la que anudaste para mí, y colocaste en mi cabeza, aquella que me regalaste para que yo la luciera, el día de mi jura, contigo a mi vera, como orgulloso padrino y padre de compañera.

Hoy te veo feliz al escribir estas letras, que son poco para tí, pero que a mi me alegran, por recordarte así, y ojalá yo pueda, ejercer como tu querías, caminando en línea recta.

Estarás en un lugar mejor, rodeado de gente buena, abrazando a los míos, cuidando a mi perra, a mi querida “Milka” que un día se fuera, y caminando con “Toffy”, a quién escribieras, hermosos versos de despedida, añorando su ausencia, y evocando un reencuentro, que quizás ya se produjera.

Hablarás con los tuyos, de tus gustos y tus temas, y debatirás con tu maestro en una hermosa escena, contándole a buen seguro tus triunfos y tus penas, y le dirás que me enseñaste a seguir sus mismos esquemas, de no usar formularios, y de fundamentar la letra, de argumentar sobre la ley, y de seguir su lema… «la de defender los asuntos como propios… y sufrirlos como extraños…» para que yo aprendiera.

Y fiel a tu costumbre, le visitaré cuando pueda, y rezaré por su Alma ahí en esta casa nuestra, donde figura su cuadro, en una imagen entera, la de decano ejemplar, que posa con solera, compañero de los suyos y persona adorable, por su bondad y nobleza.

Y aunque yo me quede aquí, tú estarás a mi vera, y compartirás conmigo mis alegrías y mis penas. Y nos abrazaremos al final, en esta misma tierra, los dos con la toga puesta, para brindar con alegría la revocación de las sentencias, que se alejen de la ley, que con la ayuda de Dios, en la vida todo llega…. Tú mientras esperaras en ligera duermevela, arropado por nuestra Virgen, que te ha quitado las penas, de quién te hiciera sufrir como a Cristo, y a mi tanto me doliera, lo mismo que a “Maia”, que aguarda y espera, fiel a tu memoria, con amor y entrega.

Elia Marina Pérez Montero, Abogada

Manuel Gómez Burón en el recuerdo

El pasado día 31 de diciembre de 2006, acabando el año, a los 72 años de edad, falleció en Utrera, Manuel Gómez Burón; un buen magistrado, una buena persona en toda la extensión de la palabra, un caballero, católico practicante y entusiasta de su profesión y de preparar a opositores para ingreso en la judicatura; su afición era la caza. En grado superlativo, tenía un gran sentido del humor, una simpatía arrolladora y pleno dominio de la comunicación con las personas, en Sala y fuera de ella; contaba con el cariño de cuantos profesionales del derecho lo hemos tratado. Reflejo de todo ello, fue la gran concurrencia de amigos en la Misa de Réquiem celebrada el día 9-enero-07 en la bellísima parroquia de Santa María de la Mesa, de Utrera.

Nació el día 16-febrero-1934 en Fuente-Obejuna (Córdoba), estudió bachillerato en el Colegio Portacoeli de la Compañía de Jesús, Derecho en las Facultades de Sevilla y Salamanca. Su primer destino como Juez fue en Frechilla (Palencia), después Azuaga, Utrera, San Fernando (Cádiz), Marchena, nuevamente Utrera y por último el Juzgado de lo Social de Sevilla. Ha colaborado con la Sala del T.S.J.A.

Este recorrido de pueblos, no sorprende a ningún miembro de la carrera judicial con algunos años de servicio, ni a sus familias, porque han pasado por este peregrinar por pequeñas localidades de diversas provincias, de donde es frecuente, que conserven sus mejores recuerdos. En el caso de Manuel Gómez Burón, su mejor recuerdo lo tenía de Azuaga. Frecilla, su primer destino, tenía 823 habitantes, altitud 789 metros sobre el nivel de mar, clima seco y muy frió en invierno. Estos datos constan, entre otros, en la España Judicial, edición de 1.959, publicada por Rafael de Mendizábal Allende.

Contrajo matrimonio con María Dolores Sánchez Muñoz, que fue su novia desde los 14 años, tuvieron seis hijos Eva, María del Carmen, María Dolores, Reyes, Manuel y María. La mayor, Eva, hoy Magistrado de lo Social en Sevilla. Su esposa y sus hijos han sido lo más importante para él.

Su vocación de juzgador le llevó a preparar a numerosos alumnos para ingreso en la judicatura, y en otros cuerpos, muchos de ellos efectivamente ingresaron y están en activo; así podemos apuntar primero a su propia hija Eva, que ya hemos mencionado mas arriba, y también José Herrera., Esteban Brito, María Amelia Lerdo de Tejada, Quico, Jesús Matos. Los lectores sabrán disculpar omisiones y defectos en los nombres o en los datos que recojo.

Casi a escondidas, como hurtado, transcribo unos renglones que escribió su hija Eva, el día 7-enero-2007, dicen así:

DE LA VIRGEN DE GRACIA, A LA VIRGEN DE LA PAZ

En las estribaciones de Sierra Morena, en un pueblo cordobés, Fuente-Obejuna, hay una ermita blanca, la de la Virgen de Gracia, en lo alto de una colina, entre olivos y aceitunas.

En su ladera, al fondo, corre un arroyo de aguas frías y cristalinas, con un lecho de musgo y tréboles.

Allí quieres que echemos parte de tus cenizas, en aquel trozo de tierra y agua que vio nacer tu profunda devoción “Mariana” y que fue testigo de tus pasos de Amor con mamá.

El resto, quedará en tu querida Sierra de Azuaga, en el “barranco de la Sangre”, donde exultantes, contabais los trofeos después de las cacerías.

Y aquí, en Utrera, a la sombra de Consolación y Santa María, las dos parroquias que te dieron cuna, quedarán para siempre tu profundo Amor a María Santísima, a todas las Vírgenes de tu pueblo, que con tanto cariñosos acogió y a ese Virgen de la Paz que hoy es consuelo de mi alma, Virgen Pura, Blanca y Cristalina como las aguas del arroyo de la Virgen de Gracia, entre olivos y aceitunas.

Tu siempre decías: “Tened fe en la Libertad, sin la cual, no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz”.

No te has ido. Jamás una noche, pudo ahogar la aurora y nunca una dificultad consiguió vencer la esperanza. Por eso, la gente como tu, sigue viva y ayudándonos a pelearnos por un trozo de felicidad, que no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace y la alegría de los otros.

Seguro que ahora estás organizando pregones de Semana Santa y cacerías con el Doro, Jerónimo Carrascal y Carrizosa.

No nos dejes y hasta Siempre.

Tu hija EVA.

Después de lo trascrito, nada puedo añadir. Nuestro más cariñoso recuerdo para toda su familia y para cuantos le conocieron.

José Mª Monzón Ristori, Abogado

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