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El Primer caso, la mejor minuta

Hoy recordaba el abogado aquello que le refirió su compañero de despacho en el 92, Juan Carlos Mora, respecto a un colega que después de ocho años de ejercicio había cobrado por fin una buena minuta: unos nueve millones de pesetas. Había finalizado un procedimiento de expropiación y con esos honorarios pudo dar una buena entrada para comprar el inmueble donde instaló su nuevo bufete. “Ya nos llegará el día: después de unos años de ejercicio, en cualquier momento puede caer una buena minuta”, decía Mora.

El letrado estaba estos días a punto de cobrar unas costas que iba a percibir por un pleito de deslinde y acción reivindicatoria dejado en sus manos por primera vez poco después de causar alta en el Colegio: hace trece años. La cifra era algo inferior a lo que cobró aquel compañero por la expropiación.

Cuando Evaristo Bermejo montó su primer despacho en el pueblo, no podía imaginar que una carta diese estos frutos. La misiva la suscribía un eminente letrado con cuarenta años de ejercicio y conminaba a los primeros clientes del joven abogado a que cedieran 10 hectáreas de su finca a sus primas, ya que en caso contrario, ejercitarían las acciones oportunas. Tras lo cual, se celebró el acto de conciliación sin avenencia. Y años después, el deslinde por jurisdicción voluntaria, para continuar posteriormente con el contencioso en primera y segunda instancia. Y, por supuesto, las correspondientes impugnaciones de minuta, éstas ya con la nueva ley procesal.

Pero en aquellas jornadas de abogado en su pueblo, no pensaba Evaristo Bermejo que este caso le sacaría de esas consultas que no cobraba y de las declaraciones de la renta a cuatro mil pesetas. Es que no tenía algunas veces ni para pagar la gasolina de su traslado desde la capital. Al recibir la demanda, preguntó el cliente: “Bueno, Evaristo, y este cartapacio que me han traído del Juzgado ¿qué significa?”. Evaristo: “Que te quieren quitar las tierras, Benito”.

Aquellos días de primavera del 91, el abogado novel repasaba su código civil de la Facultad a la búsqueda de alguna orientación sobre la acción de deslinde, en ese despacho que había montado con los muebles de la primera consulta de su padre. Hasta el teléfono corría a cargo de su progenitor. Cuando, en un momento dado, en las horas que pasaba esperando a que llegara algún cliente, se le ocurrió que en vez de darle tantas vueltas al texto civil, quizás pudiera orientarle su maestro sobre este caso tan complicado y delicado. Porque no hay que olvidar que los clientes eran como de la familia y habían depositado toda la confianza en él.

Efectivamente, el compañero con el que hacía la pasantía calificó el asunto como muy complejo y explicó a Evaristo que harían falta informes periciales y otro tipo de pruebas que acarrearían unos gastos importantes, lo que unido a las horas de intenso estudio y preparación, significaba claramente que debía de solicitarse una buena provisión de fondos. Pero, ¿Cómo explicarle este coste a los clientes? Si, incluso uno de ellos le había preguntado si podía actuar de oficio.

Todavía no se han cobrado las costas, a pesar de que la sentencia se hizo firme a finales del año 2000. Sin embargo, Evaristo no tiene prisa en recibir esos honorarios. Después de tantos años de pleito, los destinará a cubrir unos gastos del bufete ya presupuestados. Nada para los gastos personales, todo sea para mantener la gallina de los huevos de oro. Ha tenido que intervenir nuestro letrado en cientos de casos desde que le encomendaron el deslinde, para que por fin se vislumbre el final del primer pleito.

Sin embargo, el paso de los años no ha sido del todo negativo. No hay que mirar solamente el que haya transcurrido más de una década para cobrar una minuta, porque también es verdad que a ésta habrá que unir las costas por las impugnaciones y los recursos no estimados, por las demandas ejecutivas, así como los intereses. Y hasta podría plantearse nuestro compañero aparcar su nuevo coche en la Venta que regentan las demandantes y deudoras de las costas, al igual que lo hacía aquellas tardes después de salir del despacho para correr unos kilómetros por la carretera que pasa por delante de ellas. Después de todo, el vehículo está asegurado a todo riesgo.

Posdata: Estas letras fueron escritas hace varios meses, cuando parecía inminente el cobro de las costas de la primera instancia. Sin embargo, hay que añadir que posteriormente la parte contraria ha presentado un recurso de amparo contra el auto de tasación de costas y, al mismo tiempo, solicita la suspensión del término para oponerse a la demanda ejecutiva formulada por nosotros. Dicha petición ha sido desestimada. Pero el cobro de las costas de la segunda instancia va camino de retrasarse, debido a unas cuestiones formales.

Igualmente, se ha presentado oposición por el cónyuge de una de las ejecutadas respecto a uno de los bienes embargados. Se ha desestimado ésta, pero se ha recurrido el auto primero en reposición y luego en apelación. ¿Se cobrará algún día?

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