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El derecho de defensa y la profesión de Abogado

El derecho de defensa y la profesión de Abogado

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Obra del catedrático Faustino Gutiérrez-Alviz Conradi

A mi padre le llamaba la atención la extraña paradoja de que los Abogados, cuyo oficio es el de defender los intereses y derechos de los seres más necesitados de defensa, son a su vez los seres más necesitados de defensa, habiéndose puesto en entredicho su actividad profesional, en cuanto la pública opinión sigue viendo en ella tan sólo una máquina de artificios y de engaños.

Después de leer estos días a Faustino Gutiérrez-Alviz Conradi, quien sucedió a su padre, mi maestro y el de tantos en la Cátedra de Derecho Procesal en Sevilla, su nuevo libro “El Derecho de Defensa y la profesión de Abogado”, me he sentido reconfortado, ya que sitúa al Abogado en el mejor de los escenarios, en el de su lucha incesante con la contradicción, en escenarios y con Abogados diferentes, en defensa de sus clientes; ya que la función que la ley nos encomienda es la defensa en procesos como los nuestros que tienen una concepción dialéctica, es la búsqueda de la verdad desde los tiempos más remotos, que debe buscarse no de un modo lineal y directo, sino a través de una contienda, que permite ponderar las razones encontradas de las partes, abriendo al juzgador todos los ángulos y aspectos y es precisamente de ese enfrentamiento de razones, de donde surge la luz que permite resolver en justicia, pues siempre para dar satisfacción a una pretensión –decía GUASP- es preciso admitir y tener en cuenta la contradicción del adversario.

Como el propio autor resalta, su deseo es el de orientar y animar a los jóvenes estudiantes de Derecho a elegir la profesión de Abogado, “la más comprometida siempre en la defensa de los derechos, libertades y dignidad de la persona”.

La primera parte del libro, titulada “El Derecho a la defensa y a la asistencia de letrado”, se inicia con el estudio del principio de contradicción que liga a todo el conjunto de garantías procesales y tiene como finalidad evitar desequilibrios entre las partes, en pos de un proceso justo y primando especialmente esa igualdad en la postulación. Novedoso es el estudio del tema del derecho a defenderse por si mismo, que de por si es extraño en nuestra cultura jurídica en la que predomina la defensa técnica. El derecho a la asistencia de letrado y al derecho a la asistencia jurídica gratuita encuentra también su acomodo y tratamiento en el libro. El último capítulo de esta primera parte se inicia con la siguiente frase: “El vocablo indefensión tiene en nuestra legislación procesal una tradición más que centenaria”; vocablo que ha recuperado nuestra Constitución, cuando proclama el derecho de todas las personas a obtener la tutela judicial efectiva… “sin que, en ningún caso pueda producirse indefensión”. A la luz de la jurisprudencia constitucional desenvuelve atinadamente esta materia.

La segunda parte del libro trata sobre LA PROFESION DE ABOGADO, y se inicia con el estudio de la Ley de Acceso al ejercicio profesional, en la que se requiere la acreditación previa de una capacitación profesional, que aún no ha entrado en vigor, ya que lo más importante, a más de los cursos de Capacitación, es determinar como se van a poder solucionar las prácticas externas tuteladas sin presupuesto ni abogados tutores para ello. El Código Deontológico, los despachos colectivos que constituyen novedosas organizaciones empresariales, la mediación, el Abogado de empresa, los honorarios profesionales, la corrección disciplinaria, el turno de oficio y la imagen de la Abogacía, se contemplan en este libro pormenorizadamente.

Es obvio que la interpretación de las normas procesales, en función de la finalidad para las que han sido establecidas, puede evitar el Abogado que ese sistema de garantías se convierta en la práctica y degenere en un puro formalismo vacío de contenido y deformador de la realidad. Ello explica que el oficio de Abogado constituya una verdadera función pública, convirtiéndose el Abogado en el puente a través del cual puede penetrar la realidad viva dentro de las formas del proceso, infundiendo sangre viva en las áridas páginas del proceso, aproximando a él la realidad palpitante, dolorosa a veces, a la que nunca de otra forma hubiera tenido acceso el Juez, en un mundo en el que los Abogados se diferencian de los leguleyos en ese anhelo de justicia, que constituye al mismo tiempo la grandeza y la miseria de nuestra profesión.

Manuel de Cossío Martinez, abogado

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